Una optimista sensata, con nostalgia de cosas pequeñas

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Una optimista sensata, con nostalgia de cosas pequeñas

Hace dos semanas atrás, cuando había comprado de nuevo El libro de los viajes equivocados, que no encontraba por ninguna parte, una respuesta breve de Clara, a un mensaje mío, me animó a pedirle una entrevista. Lo que vino después es la demostración de que esa sonrisa que uno le ve en todas sus presentaciones, es el ejercicio de su nueva filosofía de vida, el optimismo.

Con generosidad me ofreció su correo para que le escribiera y aquí estamos. Tan agradecidos que, por mi parte, casi me pellizco ayer para ver si era verdad que me respondiera con esa sencillez que tienen los grandes. Sin saberlo, me hizo el tremendo regalo de poder publicar el reportaje en este día del maestro, que dedico a la memoria de mi madre, siempre en mi corazón. Un reportaje que me concediera como ella solo podía hacerlo, con un sí como de boda, que me hizo sonreír y empezar a creer que a veces la historia puede reescribir su final.

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Clara Obligado nació en Buenos Aires, y vive en España desde hace décadas atrás, es la creadora de uno de los talleres de escritura más activos y prestigiosos allí, y si algo nos daba curiosidad en Mégara, es saber cómo consiguió ese lugar, siendo reconocida como pionera en escritura creativa. Licenciada en Letras, se dedicó a la crítica y a la enseñanza, formó su familia, y se dedicó a cosechar reconocimientos en su trayectoria literaria. Cuando yo le escribí, ella estaba en Madrid, me respondió ya en Buenos Aires, donde había venido a presentar su nueva novela, “La muerte juega a los dados”, un libro que habla de esa nostalgia que ella siente, por ciertas cosas, sobre lo que nos contaría a lo largo de esta comunicación que mantuvimos, cuando ya estaba de regreso en Europa y disfrutando de vacaciones en Portugal.

Los dejo para que disfruten la generosidad de sus respuestas, con su manera de decir que la hace tan cercana, para que disfruten como yo.

M. Clara, pese a que el destino de las mujeres de tu familia no era la escritura y según dijiste alguna vez en general han sido pintoras, has confiado también que desde los diez años tenías en claro que ibas a dedicarte a la literatura. Lo que llamó mi atención fue que no pensaste en escribir, sino en ser crítica y profesora, a lo que te dedicaste por cierto en una época. ¿Por qué una niña piensa en la crítica literaria?. ¿Era una forma de interrogar tu pertenencia?

No, no creo, al menos no evidentemente. Siempre he sido muy lectora, desde pequeña, y siempre me ha interesado también tener todos los elementos del mundo para entender un texto. Eso me llevaba a la idea de aprender literatura para ser capaz de desentrañar lo que un libro quería decir. Y enseñar me gustó siempre, llevo toda la vida enseñando y me parece una aventura apasionante.  

M. Sos bisnieta del poeta del Paraná, si lo decimos así quizás alguien no sepa de quién hablamos, pero no habrá dudas si decimos que se trata del autor del poema Santos Vega. Un hombre con una sólida educación de influencias europeas, que escribía temas gauchescos con un lenguaje culto. “Cuando la tarde se inclina/sollozando al occidente,/corre una sombra doliente/sobre la pampa argentina./Y cuando el sol ilumina/con luz brillante y serena/del ancho campo la escena,/la melancólica sombra/huye besando su alfombra/con el afán de la pena”, son algunos de los versos de El alma del payador. ¿Qué te decía la poesía de tu bisabuelo, en la distancia?

Aprendí a disfrutar de la poesía de Rafael Obligado ya de mayor. Cuando era chica, me producía una mezcla de sensaciones. Estaban sus poemas en mi libro de lectura de primaria y a mi me parecían cursis. Ahora me doy cuenta de que tal vez lo eran, pero representaban una época. El Santos Vega lo leí de mayor y siempre me ha gustado, creo que es el único poema gauchesco que saluda al emigrante, Juan sin Tierra, con cierta desazón pero también con respeto y dignidad.   

M. Sobre el acto de escribir te escuché decir alguna vez que es fantástico, si consideramos que brinda la posibilidad de tener varias vidas, pero también que es complicado y doloroso y que no se lo recomendarías a una hija, concepto que me remite a mi historia y a los consejos de mi madre. ¿Qué es lo complicado y lo doloroso de escribir?. ¿Creés que solo se escribe a partir del dolor, de la pérdida, de la ajenidad?. ¿Te planteaste alguna vez si hubieras sido esta exquisita, sensible y profunda escritora que sos, de no haber experimentado el desarraigo?.

Siempre pienso que no hubiera sido escritora de no haber vivido el exilio. Se dice que se escribe a partir de una herida, y creo que es verdad. Pero volviendo al tema de la maternidad, creo que escribir es muy sacrificado. Te da momentos mágicos, pero en general hay que dedicarle todo el tiempo libre porque de esto no se vive. Ahora, por ejemplo, estoy de vacaciones en Portugal y, mientras me gustaría estar paseando, estoy escribiendo, porque luego, a lo largo del año, trabajo mucho y no tengo casi tiempo para hacerlo. De todas formas algo muy especial tiene la escritura porque no la podemos abandonar, ¿no te parece?

obligado-2M. Sobre el modo de escribir he leído que te encanta escribir a pedido y con un patrón fijo, ¿dónde queda el tema de la inspiración, cuando se escribe de esa forma?

No sé lo que es la inspiración. Creo que las buenas ideas también pueden salir de propuestas ajenas y, en realidad, toda escritura sale, de alguna manera, de una propuesta ajena. La vida de otros, algo que te llama la atención… Si te dan una “orden”, es como si te dieran un pistoletazo de salida que simplifica un poco las cosas. Luego el proceso es tan libre como suele serlo. Lo tengo muy experimentado en los talleres: le puedes dar a los alumnos una consigna, que es una pequeña orden, y de ahí salen cosas muy diversas.

M. En tu escritura se repiten a veces cruces temporales o de personajes, que me remiten al juego del cubo mágico, y en mi opinión conseguís desplegar de esa manera tu visión del mundo. ¿Esa forma de escritura es tu modo de plasmar la idea de que siempre hay segundas oportunidades y que se puede retroceder del camino equivocado y seguir adelante a partir de los aciertos?. ¿Cuáles fueron los aciertos en tu vida?.

Sí, creo que siempre hay otra oportunidad, podríamos decir que soy una optimista sensata. No soy tonta, no pienso que todo va a salir bien porque sí, por magia, sino que, si aprendemos de nuestros errores, podemos avanzar. El optimismo es hoy, para mí, una filosofía de vida. El pesimismo nos lleva al quietismo y el optimismo a actuar. Dicho esto, creo que gran parte de los aciertos de mi vida son casi casuales. Fue un acierto estudiar literatura, es un acierto mi pareja actual, fue un acierto tener dos hijas. Mi trabajo también es un acierto, porque puedo decir que soy feliz trabajando, y eso lo puede decir poca gente. Dentro de un orden, sin pretender demasiado, creo que mis aciertos  se refieren más bien a la vida cotidiana, que es donde suceden las grandes cosas.  

M. Si lo que buscás es que el lector abra su cabeza, te cuento que lo conseguís, a partir de esa estructura que tienen tus historias, la de muchas narraciones que arman una mayor. En ese despliegue polifónico, con una estética muy personal, ¿cuánto hay de lúdico y cuánto del trabajo de una gran escritora que consigue darle una pequeña vuelta a ese “algo” irrecuperable que existe en la historia del mundo y tu propia historia?

Muchas gracias por lo de gran escritora, pero soy una lectora lo suficientemente buena para saber que no lo soy. Sí soy una escritora con técnica. La estructura es un juego, el lenguaje es un juego, ahí sucede la literatura de verdad. No se puede despegar el fondo de la forma, evidentemente, pero digamos que pensando en cosas del oficio literario aparece realmente lo que querés contar. Es cierto que trabajo mucho, soy obsesiva, doy mil vueltas a cada cosa pero, francamente, no creo en la espontaneidad.

M. Me encantó un concepto tuyo para un género que percibo que el común de la gente no logra apreciar, la microficción: “Es el modo de comunicación de nuestra época. La brevedad es una forma de la cortesía”, decís. En el bello prólogo bonsái de “Por favor, sea breve”, agregás que los relatos mínimos, pulidos como una sentencia, se asemejan también a la fotografía, al haiku, al poema. En la búsqueda de una palabra justa, si tuvieras que elegir de esta antología, uno o dos relatos hiperbreves, que en tus propias palabras los sientas “como un golpe al mentón”, ¿cuáles elegirías para nosotros?

Es difícil elegir, porque siempre es injusto. Si tengo que señalar, no que elegir, señalaría el texto de Borges, “Yo, que tantos hombres he sido…”, porque ese texto me llevó a la microficción. Me parece impresionante todo lo que dice simplemente con un adverbio.  “no he sido nunca”. Allí está condensada toda una historia de vida y una escala de valores. Es maravilloso.

M. En relación a El libro de los viajes equivocados, has dicho que es de alguna manera tu forma de preguntar por qué la crueldad es la norma en las relaciones humanas; y el silencio de la sociedad, su contracara más dolorosa. Pero también es un modo de interrogar a Europa, desde su origen, para entender la crisis en que está inmersa. Una frase tuya me parece significativa: “Europa en un sueño que sólo existe en la mente de los latinoamericanos”. Sin consideramos que venimos de los barcos, ¿América qué fue para los europeos inmigrantes?.

Fue esperanza, propuesta, lugar de conquista, fue tantas cosas… Fue también desarraigo, evidentemente. Pérdida, soledad, dolor. Hay tantas historias como emigrantes, creo que es muy difícil sintetizar este tema sin faltarle un poco el respeto a las experiencias individuales. 

M.No escribo como si fuese una caja de joyas, escribo como si hubiese un anillo en una caja, que es distinto”, dijiste en alguna entrevista a propósito de la presentación de La muerte juega a los dados. En el juego del gato y el ratón que establecés con el lector, cuando conseguís alguna imagen de esas que brillan de verdad (un anillo en una caja, y lo conseguís, créeme Clara), ¿consciente o inconscientemente estás buscando ganar ese juego con el lector?, ¿es una manera de buscar la complicidad o su aprobación?.

Casi todo lo que sucede en mis libros es consciente, es decir, pensado. No valoro demasiado la espontaneidad, como te decía antes, y creo que el lector merece que yo lo haga lo mejor que pueda. Mi fantasía es escribir un libro perfecto, aunque sé que esto es imposible. Pongo en mis libros pasión, pero es una pasión dirigida, que busca siempre cómo expresarse mejor. Siempre juego en mi imaginación con el lector virtual, y a veces incluso con lectores reales, porque le pido a muchas personas cuyo juicio valoro que opinen sobre mis textos y, generalmente, les hago caso.

obligado-3M. Cuando recibí la generosidad de tu sí para este reportaje (un sí como de boda, además), mencionaste que lo que te gustaba era poder compartir un espacio con buenos amigos. En España, ¿cuáles son tus buenos amigos dentro del ambiente literario?. Y como siempre recuerdo esa impresión mía de tener que ir a buscar a algunos argentinos como vos o Andrés Neuman, a Casa del libro, como me pasó con Las otras vidas, te pregunto a vos, ¿dónde sentís que sos más Clara Obligado, la escritora, allá en Madrid o acá en Buenos Aires?.

Soy las dos cosas, soy una escritora mestiza. Pero es indudable que en cada lado se entiende una faceta de lo que escribo. Por ejemplo, en el libro que acabo de publicar, “La muerte juega a los dados”, a los españoles les llamó más la atención la forma mientras que a los argentinos les llamó más la atención la historia que se cuenta. Es lógico, puesto que la historia sucede en Argentina. Para los españoles es una historia un poco exótica, para los argentinos no lo es en absoluto. Esta doble lectura me divierte, creo que multiplica las posibilidades de un libro, pero no deja de ser compleja.

M.  A propósito de Las otras vidas, dijiste de sus cuentos que estaban escritos “desde ningún lugar y desde varios a la vez”. Se me ocurre preguntarte, ¿se escribe más desde la memoria propia, o desde lo que nos contaron?

Lo que nos contaron también es parte de nuestra memoria…

M. Y apropósito de la memoria, cuando decís que La muerte juega a los dados, es autoficción y no autobiografía, ¿ lo decís porque es así, o por salvar cualquier reproche que pudiera hacerte alguien de tu familia?. En aquélla sociedad, y en el seno de una familia de clase alta, con su sesgo machista, ¿qué efecto causó que fueras la primera mujer escritora?.

No, lo digo porque es verdad. Si bien transito por temas biográficos, en el libro hay poca verdad en ese sentido. Hay un clima, hay temas, pero luego las historias tienen una solución literaria. Creo que en mi familia, en particular, no les importa demasiado que sea escritora. Cada uno es lo que es –o lo que puede-, y no siento que esto me de ningún estatus particular. El machismo es otro tema, pero no me toca a mí particularmente, sino a toda mujer que decida escribir.  

M. ¿Todavía seguís sintiendo cuando te preguntan o afirman “Clara Obligado, la escritora”, que el escritor es tu bisabuelo?. Considerando que las inflamaciones de lo breve, son asalto poético, ¿te animás a convertir algún verso de tu bisabuelo Rafael y regalarnos un hiperbreve?.

No, sería incapaz. Tengo paráfrasis del Santos Vega, e ironizaciones también, en una novela que lamentablemente no salió en Buenos Aires y que se llama “Salsa”. Allí tomo el tema y aparecen versos del poema de mi bisabuelo. Pero sería incapaz de llevarlo a microficción, en parte, también, porque casi no escribo microficciones.

M. Las mujeres de tu familia fueron pintoras, algunas olvidadas, como contaste que es el caso de la hermana de tu bisabuelo, María Obligado. A lo largo de tu obra, creo que se advierte ese interés tuyo por saber qué sentían esas mujeres. Para los lectores de Mégara, y a propósito de tu obra ¿De qué se ríe La Gioconda?, ¿por qué creés que la vida de las mujeres no está en el arte?

Por la misma razón por la que no suelen estar en los puestos en los que se reparte el poder: no suelen estar en las direcciones de las grandes empresas, ni dirigen bancos, ni hay demasiadas premios Nóbel, por dar solamente algunos ejemplos. En el arte sí que están, en general desnudas y vistas desde una perspectiva masculina. Está bien entrar en un gran museo de Europa y ver cómo nos representan, es una lección de qué es el machismo que se aprende en dos minutos. Luego hay que pensar un poco y sacar conclusiones. En realidad creo que lo lógico es pensar que, al final de una larga cadena de exclusiones o de cosificación de la mujer, hay una mujer que muere maltratada. 

M. Llegaste a España, muy joven, ¿cómo fue tu derrotero laboral y profesional hasta crear tus talleres de escritura creativa? (no voy a preguntarte si se puede enseñar a escribir).

Hice de todo: limpié casas, cuidé niños, escribí a máquina, enseñá francés, trabajé en un ministerio, me dediqué a meter volantes dentro de sobres, no sé, de todo, realmente. No fue nada fácil. Finalmente decidí vivir de la literatura en cualquiera de sus formas, y creo que fue una decisión tan valiente como acertada. Valiente porque estaba sola en un país extranjero, criaba sola también a mi hija y no tenía a nadie que me ayudara. Acertada, porque fue una decisión que siempre me hizo feliz. Los talleres fueron parte de este proceso, y se dieron casi por casualidad. De hecho, soy una de las primeras personas que dio talleres en España.


M. 
El azar, casualidad y causalidad, de cómo te iluminan algunos escritores, del descubrimiento de que sos un lector y eso te enorgullece, de cómo seguir escribiendo y tratar de encontrar tu propia voz, se trata esta pregunta. Contaste que la autoficción de La muerte juega a los dados, la armaste como un juego de muñecas rusas. Como un puzle, ibas escribiendo los relatos y los dabas a leer, si alguien se perdía, creabas otro cuento para darle soporte a la historia. Una forma de escritura en donde le das al lector la posibilidad de jugar un rol. ¿Qué autores elegirías por conseguir eso mismo, que el lector pueda ser protagonista o casi un co autor?

La verdad es que no lo sé.  Hay muchos escritores que ponen en sus libros agradecimientos a los lectores que los ayudaron a corregir, o que les dieron opiniones. En mi caso es casi una deformación profesional, porque yo hago este trabajo para mis alumnos. Es una mirada distanciada, que ayuda a ver tanto las posibilidades como los defectos.  Además, no veo demasiada distancia entre ser lector y ser escritor, muchas veces son dos caras de un mismo proceso.

obligado-4M. Dejaste la Argentina, pero no lo que sentís por el país, lo dijiste más de una vez, y creo que se percibe. Si tu reciente novela es sobre la nostalgia, ¿cuáles son las cosas que más te la hacen sentir?

Siempre son cosas pequeñas y bastante absurdas: el color del cielo, los sandwiches de miga, cierta manera de conversar que sólo logro en Argentina. Tener recuerdos de tu infancia, pasar por una calle donde te besaron por primera vez. Poder visitar la tumba de mis padres, alguna charla con mis hermanos, con mis amigos, que tengo muchos. La luz tan oblicua entre los árboles… ¿sigo?

M. Tenemos derecho a revisar nuestros recuerdos, lo decís y pienso en el efecto que tuvo muchas veces, en mi caso, escribir sobre aquéllos que alcanzan a otras personas del entorno familiar. ¿Podrás darme la fórmula para soltar el lastre?

Escribir es ser libre. Un escritor que se acobarda frente al qué dirán es medio escritor.

M. Para el final, quería compartir con los megarenses que llegué a vos preguntándote si podía enviarte un ejemplar de mi Matrioshkas, pero sobre la marcha creí más interesante proponerte este reportaje. Ahora pregunto, ¿puedo usarlo como excusa para visitarte cuando esté por Madrid, en mi próximo viaje?. Me encantaría poder conocer tu espacio allí, y presentarlo en el nuestro. Y como vamos despidiéndonos, recordando a Daniel Pennac, y el consejo de un editor que le dijo que no a su primera novela, pero con ciertos fundamentos, te pregunto, ¿creés que una novela pésima, puede de verdad mostrar un verdadero escritor?.

Claro, por supuesto, serás bienvenida. En cuanto a la segunda parte de tu pregunta, creo que no hay que dejarse llevar demasiado por los juicios de los editores, muchas veces tienen más que ver con la economía de mercado que con la literatura.

M. Como no podía faltar el remate, me parece que instituyo en este nada solemne acto, una última pregunta. Esa que tiene que ver con cómo hacer para “buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio”, como dice Italo Calvino en las Ciudades invisibles, que nos inspiró en la búsqueda fundante de Mégara. ¿Cómo hacés vos, Clara?.

M. Equivocándome. Equivocarse y reconocerlo es una buena forma de vivir.

Son muchas las sensaciones después de leerla, es mucho lo que me hizo pensar. Historias simétricas, decía en aquél primer mensaje, pienso en eso, mientras recuerdo la compra de un libro dos veces. No es casualidad. Quizás haya viajes para nada equivocados. Su última novela fue armada como un rompecabezas, ella les daba a leer las historias que la iban armando, a personas en quienes confía. Fue una manera de soltar el lastre del dolor por el exilio, de la nostalgia por lo que ya no está. Pero su lectura no transmite dolor, está llena de ingenio y de encanto. Como ella misma.

Clara, gracias por tu escritura, tan libre, tan lúdica, con esa nostalgia que no la ensombrece sino que la hace tan luminosa como la luz tan oblicua entre los árboles.

Nos vemos en Madrid…

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Sandra Patricia Rey
Sandra Patricia Rey
Autora del libro de cuentos Matrioshkas; Pegaso, un libro infantil ilustrado; y de los poemarios No hay más vuelos reales (Editorial En Danza) y Altar doméstico (La Ballesta Magnífica)

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