Yo adoro a la gente que pierde mientras vive

Sigo hablando con el caimito de mi patio
21 febrero 2017
Nostalgia attack
11 marzo 2017

Yo adoro a la gente que pierde mientras vive

Hay gente que admira a otra gente que jamás se enterará que es admirada por esa gente; y hay una parte de aquella gente que admira a esta otra gente, que es admirada, a su vez, sin saberlo.

En Mégara, nos gusta la gente que escribe sin alardes, que descree de las recetas y fórmulas que abarrotan las columnas, editoriales y notas periodísticas que versan sobre el tema. Como Quim Monzó.

El admirado escritor catalán, de nuestro admirado entrevistado linarense, dijo no poseer receta alguna de cómo escribir. “Si la supiese sería fatal: no escribiría nunca más cuento alguno”, y agregó que sólo perseguía “montar historias a partir del mundo que me rodea, el inmediato”. Una suerte que fuese así. El tópico creemos que puede aplicársele a Ortiz Tafur, de quien queríamos conocer más.


Querido Andrés:

Si has leído algunas de mis entrevistas, sabés a esta altura, que son más bien charlas, a través de las cuales pretendemos mostrar el costado más cotidiano, sentimental y auténtico del reporteado.

Respecto de lo biográfico, para darle encarnadura a la conversación, que incluye mi sentir respecto del elegido (el cómo lo veo) y para conocerlo más; siempre pido una suerte de biografía en primera persona. En tu caso,  me gustaría saber de verdad qué hacía el niño, en Linares.

¿Hubo algún maestro que reconociera tu don, o tu talento? ¿Qué leías de niño? (no me digas que no recordás cuál fue el primer libro que leíste, y si vas a reiterarte, por lo menos, contame por qué creés que debe haber sido una historia con un pirata cojo)

Que seas vos quien nos cuente cómo te ubicás entre María Dolores, Rafael y Juanma, si sos el único de los cuatro que se dedica a la escritura. Miraba fotos de los hermanos con tu madre, la veía rodeada de ustedes, y me preguntaba cómo se siente su ausencia, en la Sierra de Segura. ¿Ella te animaba a escribir?, ¿te leía? Estas sí son preguntas de las que me gusta hacer.

Cuando decidiste cambiar tu trabajo en Linares por irte a vivir cerca del Madera, tomaste la decisión solo, o ya tenías tu Eva para ese paraíso. ¿Cuál era tu trabajo en la ciudad? ¿Qué hace Eva, además de haberle dado tanto color a esos espacios en los que escribís?

Y claro, imposible reconstruir a los entrevistados para los megarenses, sin fotos que nos dejen ver su rostro a lo largo de los años, para descubrirlos de verdad.

Siempre han sido muy generosos, no espero menos de vos. Fotos tuyas, de paisajes, de objetos entrañables o abominables.

O sí, espero algo más, que me digas qué esperás después de Tipos duros, o bah…qué soñás.


Me cuesta viajar al principio, y hacerlo para encontrarme conmigo, más aún. ¿Para qué? Ya estuve. Ya lo viví. Ya lo disfruté. Cuando me dejo llevar tan lejos por los recuerdos es para traer conmigo a los que ya no están; por eso, siempre que me descubro en la película de mi memoria salgo junto a alguien que requiere toda mi atención: mi tía Luisa y su moneda de 5 duros, con la que me compraba paloduz y palmeras de chocolate; mi tío Joaquín, el aviador; mis tías de Úbeda; mi vecino David, en la era, frente a casa; mi vecina Yolanda… De veras, me cuesta lo indecible verme allí; me consta que fui feliz, y que me quedé sin el barco pirata de los Playmobil; y dicen que, además de feliz, fui un niño muy malo y revoltoso ¿Tú te lo crees? Yo tampoco. Exageran.

¿Leer? Entonces qué va: solo a la fuerza; me faltaba tiempo, paciencia, y la inquietud por conocer me la provocaba el presente de la calle o del patio del colegio, allí encontraba a mis personajes e  historias, y jugando solo con mis cochecitos, en mi habitación; el mundo de mi habitación era infinito, creo que nunca volveré a vivir en un lugar tan inmenso.

Hubo un maestro que me dijo que escribía bien. No recuerdo su nombre; recuerdo que era de Granada… Me cachis, me fastidia lo indecible olvidar algo así: el nombre de la primera persona que me dijo que apuntaba maneras en esto de la escritura. Pero sí, se erigió en un hecho importante para mí.

Soy el pequeño de cuatro hermanos. Y con bastante diferencia: mi hermano Rafa me saca casi once años; mi hermana “Chica”, casi diez; y mi hermano Juanma, siete. Eso provocó dos cosas: que pronto me quedara solo en casa, con mis padres; y que ellos, mis hermanos, se revirtieran en una suerte de padres primerizos que, cuanto menos, tenían el deber de saberme bien.

La ausencia de mi madre me hace demasiado daño. ¿Ves? ¿Si me voy unos años atrás, cuando ella estaba requetebién, quieres que pierda una décima de segundo en observarme a mí mismo? No, me centro en ella, en sus ganas de vivir y sentir. Era la más lectora de mi familia; una tipa dura extraordinaria. Nos marcó mucho a todos en ese aspecto: en las ansias por vivir y sentir… ¿Sabes que fue la primera en darse cuenta de que mi marcha a la Sierra de Segura no era por un rato? Al principio, para que no se preocupara, le contamos que había pedido una excedencia en el trabajo; luego, en cuando empezó a venir a pasar fines de semana aquí, a la sierra, les dijo a mis hermanos que yo ya no volvía… que se me veía de vicio.

Y aquí seguimos, en este pedacito de mundo que parece situarse en las antípodas de cualquier otro mundo, sintiendo…


Con entusiasmo, nos respondió de esa manera, y yo me quedé pensando en él, que sigue en ese pedacito de mundo. Su mundo.

Te voy dejando con las preguntas y con el misterio de la captura de pantalla que verás a continuación (salió tras tocar una tecla que no podría decir cuál fue)

…pero antes te pregunto por aquel posteo:

“Dicen que aquí desemboca el río Segura. Yo creo que se ensancha”, así escribiste.

M. Reiterando que es de justicia poética decir que entendí el pie de foto, como ficción; deteniéndonos ante esa imagen: un río ensanchándose, como la imaginación, como los sueños y los deseos, te pregunto: ¿la literatura permite abstraernos de la realidad o recrearla a nuestra manera?

Esa frase no es gratuita ni está falta de razón. Acabo de terminar el encargo de un texto, en el que revivo la heroicidad de una pareja de serranos, y el azar dispuso que el punto y final lo pusiera allí, donde el Segura pierde su nombre y su vida en favor del Mediterráneo. Y la perseverancia de esos serranos, en ese instante mágico, me regaló esa imagen: descubrir al río interminable, eterno, acaso ensanchándose.

La literatura hace que todo sea posible. Todo. Y nos permite observarnos en infinitas realidades, preguntarnos de qué manera actuaríamos ante un hecho que nunca hemos vivido, ni siquiera imaginado. Es la leche, ¿te das cuenta? Los libros tendrían que estar subvencionados por las autoridades sanitarias. Nos ahorraríamos innumerables disgustos y ganaríamos toneladas de tolerancia y libertad. La literatura es el mundo de verdad, lejos del que nosotros reinterpretamos.

M Otro posteo: “Hay más poetas que poesía” ¿Lo creés realmente? ¿Intentaste alguna vez con ella?

Me molesta que se le falte el respeto a la poesía, a la fotografía, a la pintura…. Eso es todo. Me encanta que la gente escriba; poesía, relato, qué más da el género. Escribir es fantástico. ¡Y terapéutico! Pero la gente pasa en una milésima de segundo de escribir un par de líneas, que se le antojan un par de versos, a sentirse y declararse poeta o escritor. Y en lo referente al sentir, Dios me libre, ni media palabra más; pero ser poeta o escritor es como ser médico o fontanero o electricista: un oficio. Es decir, que me lío mucho, que nos estamos olvidando y saltando la enorme labor de los editores, que suelen ser (o solían) los que deciden (o decidían) quién… Sin más. Por otra parte, esa frase y otras parecidas son solo una pataleta: detesto que me etiqueten en las redes, junto a otras 100 personas, en un poema, o en una fotografía; y ese “posteo” nació de un hecho así. Ya ves que triste y escuálida historia guarda.

Y sí, claro que lo intento con la poesía. Siempre. Y quizá, si un editor así lo quiere y pierdo el miedo que me origina la simple idea, alguna vez me atreva a publicar mis poemas. De hecho, después de tres libros tan seguidos en prosa, es lo que me pide el cuerpo a la hora de escribir.

M. Si uno busca datos biográficos, se repetirán: escritor, cantante y compositor, también colaborador en páginas de opinión de prensa. Pero no son los datos que preferimos en Mégara. Si bien podríamos pedirte algunos, como por ejemplo: ¿qué lugar ocupás entre los cuatro hermanos?, como ya lo respondiste, vamos por otro lado. Te sabemos un gran admirador de Quim Monzó, y recordamos su discurso inaugural en la Feria de Frankfurt, hace años atrás.

«Como nunca he pronunciado ningún discurso (y no sé si se me daría bien) les voy a contar un cuento. El cuento trata de un escritor (un escritor que siempre habla muy aprisa) que, un buen día, recibe la propuesta de pronunciar el protocolario discurso inicial de la Feria del Libro de Francfort. Ello sucede el año en que la cultura catalana es la invitada de honor. Pongamos que es en 2007. Antes de aceptar el encargo, el escritor en cuestión —catalán y, por lo tanto, gato escaldado— duda. Piensa: “Y ahora ¿qué hago? ¿Acepto la invitación? ¿No la acepto? ¿La declino con alguna excusa amable? Si la acepto, ¿qué pensará la gente? Si no la acepto, ¿qué pensará a su vez esa misma gente?” No sé cómo funcionan las cosas en otros países, pero les aseguro que en el mío la gente tiene tendencia a pensar muchas cosas, y a sacar muchas conclusiones…”

Te proponemos una presentación  semejante. ¿Te animás? Por cierto, ¿dudás mucho ante la consideración o el elogio?, ¿estás pendiente de la mirada de los demás?

¡Quita! ¿Después del enorme Monzó, yo? No, no me atrevo, me limito a suscribir sus palabras, que siempre son las mejores.

Me creo la mitad de la mitad de la mitad de los elogios que me llegan. Y nunca del todo, solo un poquito. Pero sí, claro, además de por otras cosas, escribo para que me lean los demás, y eso me obliga a escribir sin olvidar la mirada de esos posibles lectores. No en mostrarles lo que ellos quieren ver. Para nada. Me esfuerzo en que perciban y sean capaces de interpretar la mía.

Por otra parte, todos, en un grado u otro, somos vanidosos. Y yo sufro mi dosis. ¿Alta? No soy objetivo en eso.

M. Javier Cercas, traductor de Ochenta y seis cuentos, de Quim Monzó, contó que recién llegado a Barcelona, lo conoció en un bar de Sarriá que ya no existe, y que aprendió de él dos lecciones que sin pretenderlo le dio aquel día: una de ética, según la cual un escritor nunca debe ir de escritor, sino limitarse a escribir lo mejor posible; y otra de estética, según la cual la originalidad, no consiste en no parecerse a nadie, sino en parecerse a todo el mundo. También contó que al preguntarle por sus cuentos, y responderle: «Son demasiado cortazarianos», sin equivocarse; Monzó le contestó: «Cortázar me gusta mucho». «Además, a cuanta más gente te parezcas, mejor».

Sin falsa modestia, ¿a quiénes te parecés? ¿en tu caso, observás esas dos lecciones?

Me gustaría parecerme a todos los que admiro, que son muchos, muchísimos. Madre… si me dijeran que me parezco solo un poquito a Monzó. ¡Eso sí que conformaría un elogio cósmico, sideral! E increíble, claro. Y mira, eso me regalasteis vosotros en vuestra reseña de mis “Tipos duros”, que os trajera a la cabeza a Carver. ¿Carver y Andrés Ortiz Tafur enlazados? Difícil tramar un punto y final más perfecto.

Y sí, vuelvo a tener que limitarme a suscribir las palabras de Monzó, en lo referente a esas dos lecciones.

M. Te escuchaba en una entrevista para el portal y diario digital de tu ciudad Linares28, contar que decidiste cambiar la seguridad de un trabajo, aun cuando en Linares está la cosa complicada para un mortal que trabaja; por “estar aislado del mundo”, en la sierra de Segura, para tener tiempo para escribir. Sin embargo, no se observa ostracismo alguno; como un observador atento y agudo, interactuás en las redes, discurriendo o polemizando.

¿Es un contrasentido, considerando tu elección de vida, o solo una forma de provocar y encontrar material para la escritura?

Es, buena parte de mi tiempo, la única manera de interactuar con el mundo. Por ejemplo, este invierno estoy solo en la aldea y paso días enteros sin hablar con nadie. Pues lo siento, pero me han de sufrir por estos mundos cibernéticos de dios… Porque yo solo elegí/decidí cambiar el lugar de mi residencia, no cerrarle las puertas a las personas ni a los acontecimientos que viven esas personas. Por otra parte, el “seguimiento” en las redes es voluntario, y estoy seguro de que si alguien se siente realmente molesto por mis comentarios, etc, me borraría de sus contactos y en paz.

M. “Le veo como un curioso entusiasta y un gran individualista. La imagen del personaje de uno de sus últimos cuentos, que no acaba de leer ningún libro porque a su entender nada supera la sensación de disponibilidad de las primeras páginas, cuando la historia puede seguir cualquier rumbo, le encaja perfectamente.” Lo escribió Julià Guillamon, para La Vanguardia, sobre tu admirado Monzó.

¿Podría decirse de vos, algo parecido? ¿Cuál de los personajes de Tipos Duros, es más parecido a vos?

Es que en eso de abrir infinidad de posibilidades para una misma historia, a partir de solo unos párrafos, Monzó es un maestro sin igual. A él sí se le puede decir algo así. Lo merece. Yo soy un simple mortal… cachis.

No me gustaría parecerme a unos cuantos de esos personajes de mis “Tipos duros”, pero me parezco a todos, imagino; porque en una persona viven muchos tipos de personas: toda una humanidad. 

M. No hay sierra en tu obra, ella te aporta la distancia necesaria, para ver lo que pasa en la tele, en Linares, en el mundo. Te aporta visión o cierta perspectiva, pero te gustan las ciudades y escribís sobre ellas, según declarabas al mismo portal ya citado; y agregaste que la excusa para salir de tu lugar en el mundo, es de tanto en tanto, ir de viaje para ver esas ciudades.

¿Además de Linares, qué ciudades te inspiran? ¿Pensás en lugares concretos cuando escribís, o las historias de tus cuentos pueden suceder en cualquier ciudad del mundo?

Para nada. No hay sitios concretos en mis cuentos. No por el momento. Precisamente, pongo empeño en huir de eso. A mis historias les vale cualquier lugar, todos los escenarios; no se muestran caprichosas en ese sentido. También me vale cualquier hombre y cualquier mujer, de cualquier raza o credo. 

M. En una entrevista, le preguntan cómo lleva su fama de políticamente incorrecto, y Monzó responde que “Hoy en día llaman políticamente incorrecto a cualquiera que diga lo que piensa. Antes lo llamaban provocador.”

Sin elipsis, qué me responderías si, asumiendo el riesgo de resultar anticuada, te preguntara si sos un provocador.

No. Soy un incauto, a veces, al no calibrar el foro en el que digo según qué cosas.

M. La literatura, según la definición de la RAE, es el “arte de la expresión verbal”, ¿creés como Monzo, que en la actualidad “Más que la calidad, se valora dar el pego”?

Hay de todo: editoriales que se juegan el pellejo por dar calidad y riesgo, y editoriales que han aprendido de memoria el camino de un éxito basado solo en las ventas y que casi nunca se salen de ahí.

M. Leo que escribís: “Me acabo de estrenar en un Primark. No en el de La Gran Vía madrileña, claro; prefiero beber a poquito, con prudencia, y evitar así que se me suba rápido a la cabeza. Y nada, que me pregunto a qué tanto revuelo; no hallo diferencia alguna con cualquier bazar chino de las afueras. Y que saco dos conclusiones: que me hago muy mayor y que me he hecho muy de pueblo.”

Yo saco también dos o más conclusiones y te hago un mix de preguntas ¿Te gusta la polémica que genera este tipo de declaraciones de principios? ¿Es prejuicio lo que anima ese tipo de fraseos, o impostura? ¿Te parece tener la fórmula de cómo vivir bien o todo es una gran usina para tu escritura? ¿Es verdad que tampoco entrás a El Corte Inglés?

¡No! ¿Para qué polemizar sobre semejante majadería? Mato el aburrimiento, sin más. ¿Qué tiene de malo o de extraordinario esa obviedad o esa elección de decantarse por una clase de establecimientos y descartar otros? No juzgo, doy mi parecer, porque pienso que no entraña importancia alguna, y ya está. ¡Y claro que entro al Corte Inglés!

¿En esos comentarios dejo entrever mi forma de pensar? Sí, lo mismo que todo el mundo, sin excepción. Pero eso no cuenta con relevancia alguna; o yo no se la doy.  

Y prometo que no tengo la fórmula de vivir bien. Ni siquiera sé si vivo bien. Eso lo dicen los demás, porque ven un río rodeado de nieve o unas montañas muy bonitas. ¿Es suficiente un río rodeado de nieve o unas montañas bonitas para dictaminar que una persona vive de una determinada manera?

M. Cuando eras un joven, entusiasta y novel escritor lleno de expectativas, con un puñado de relatos inéditos, ¿conociste algún escritor que te diera algún consejo que aún hoy recuerdes?

No. Y casi te diría que ahora tampoco. Vivo muy alejado del mundillo literario. En ese sentido, sí envidio vivir en una gran ciudad y poder coincidir de cuando en cuando con colegas. ¿Ves? Ya hay un motivo para suplantar el río rodeado de nieve por un simple cafetín.

M. Hablás con mucho afecto del editor Ramón Alcaraz, de la editorial madrileña El desván de la memoria, que nació de un taller literario, cuyo lema es: Editamos sueños, y publicó tu libro Caminos que conducen a esto.

¿Por aquel entonces, la publicación era un sueño o un desvelo?, ¿participaste de ese taller literario?, ¿cuál es tu opinión acerca de los talleres?

Fíjate, la mejor opinión que he escuchado sobre los talleres literarios me la dio Andrés Neuman: incentivan las ganas de escribir. Además, claro, sirven para limar defectos importantes, etc…

Ramón Alcaraz es un tipo extraordinario, un soñador potente, de los que desdeña cualquier lógica frente a un sueño bonito. Apostó por mis cuentos cuando ni siquiera yo creía demasiado en ellos. Y no, Ramón me ha ayudado en todo, pero no tengo la disciplina suficiente para seguir unas lecciones. De alguna manera, la teoría, quizá cualquier teoría preconcebida, puede conmigo, y trato de poner distancia.

M. Alcaraz señala “lo más importante para mí en el mundo editorial es que no hay fórmulas de éxito para un libro; al final son los lectores los que deciden si un libro gusta y funciona, es el boca a boca de siempre.”

¿Estás de acuerdo con él?

Bueno, sí, pero se hace necesario puntualizar: resulta muy difícil alcanzar ese tren del “boca a boca”; se requiere un impulso que no siempre va vinculado a la calidad del libro y del autor. Suena triste y sin embargo suele ser verdad: si no conoces a nadie tienes muchas posibilidades de no ser (o llegar) a nadie. A mí, por ejemplo, me asombra lo indecible la facilidad con la que algunos libros/autores logran reseñas. ¿Cómo se llega ahí? Porque yo también quiero que opinen de mis libros y no tengo ni la menor idea. O sí la tengo, pero me falta la llave.

M. Siguiendo con el derrotero de un libro, tras la publicación, escuché alguna queja en relación a la difusión o a la falta de ella.

En tu experiencia, después de tres libros en poco tiempo, ¿con cuál de ellos te has sentido más acompañado en la prensa y difusión?

Bueno, voy sumando peso en la mochila. Lo normal. Pero, en ese aspecto, aún soy un peso pluma. 

M. Tipos duros es un libro de relatos, en tus palabras: lo que te atrae a la hora de escribir. Te escuchamos contarle a Linares28 que las 21 historias del volumen, abordan historias cotidianas pero que tu modo de coger el camino en esa editorial fue distinto o extraño, “surrealismo o hiperrealismo o realismo norteamericano”. Gobiernan los hombres como protagonistas y cómo afrontan las historias cotidianas.

¿Cuánto hay de tus propias obsesiones, dilemas, planteos existenciales, experiencias pasadas, o expectativas de futuras; sueños o pesadillas, en cada historia? ¿O es que solo hay mucho trabajo, a partir de las propias lecturas, para encontrar tu voz? ¿Es la verdadera voz de Ortiz Tafur, la de un exacerbado surrealismo o hiperrealismo, o un mojón más en el camino?

Todo junto y agitado. Hay mucho de mi manera de ver o interpretar lo que acontece, y de lo que me gustaría que fuera el mundo. ¿Cómo se llega ahí? A veces en el piel del malvado y otras en las del héroe anónimo; a veces partiendo de un problema y otras de una solución (equivocada, en muchos casos).

El estilo no lo calculo, no lo medito. Aparece, sin más. Luego me leo, me miro en el espejo y decido sí soy yo o apenas una impostura. 

M. He leído que si te dan a elegir, de los distintos tipos de personajes literarios, te quedás con los que pierden

¿Cuál es el arquetipo del perdedor, el personaje que te haya quedado grabado?

No perdono la falta de pasión, guardar para mañana, no meter el pie en el río por si acaso… Es lo único en lo que me muestro muy intransigente; porque de ese modo se pierde igualmente, pero de una manera muy fea, muy pobre.

Yo adoro a la gente que pierde mientras vive; a los que cruzan el río a sabiendas de que el agua está helada. Esos son los perdedores que me seducen, a los que envidio. Se mueren viviendo, sintiendo. Y me cuesta adivinar algo más grande, mayor suerte, a pesar de que esa manera de vivir te conduzca en innumerables ocasiones al fracaso.

Caminos que conducen a esto, mi primer libro de cuentos, está dedicado a ellos “a los que pierden”.

M. Entre las doce y la una. La sensatez. La honestidad. ¿Por qué las agujas de los relojes giran en el sentido de las agujas de los relojes? Con el corazón en la mano. La fe. Los celos. La sumisión. No tengo qué ponerme. La inmolación. Vida matrimonial. El amor. La monarquía. La micología. La bella durmiente. No hace falta que te diga de qué viene esta pregunta o a qué viene, ni pretendo desentrañar el porqué de las cosas, se trata de otra cosa.

¿Cuál preferirías ser?, ¿el hombre azul o el magenta?  (Nota de M: nos referimos a un cuento del volumen El porqué de las cosas)

A ese libro le debo el 90% de las ganas de escribir. No conozco otro tan bueno. Y qué difícil lo que me preguntas. Pero creo que me quedo con ese hombre magenta, al que aún le queda aprender la lección. 

M. Y nuestra última pregunta, la que tiene que ver con la tarea de “buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio”, como dice Italo Calvino en las Ciudades invisibles que nos inspiró en la búsqueda fundante de Mégara.

¿Cómo hace un tipo duro? ¿Cómo hacés vos, Andrés?

Me paso la vida tratando de huir de cualquier miedo. No hago otra cosa.


Las fotos, se aman o se aborrecen. De cuando era niño, aquel que se quedó sin el barco pirata de Playmobil, no me acercó ninguna, pero sí otras.

Allá va la primera. Fue al poco de llegar a la sierra. ¿Sabes que a Burning le debo el título de mi primer libro de cuentos: Caminos que conducen a esto? Bueno, pues hace unos días que nos dejó… Y esta es una de las fotos con más significado de los últimos años.

 

Otra foto muy especial: bailando en una presentación de Caminos que conducen a esto, con Rocío, una bellísima amiga…

 

19 de marzo de 2016. San Lorenzo, pura magia, en su altar que se sale un tanto de lo convencional; aquí reinan otro tipo de imágenes, en este caso, las del fantástico pintor Juan Vida.

 

Esta foto con vuestro compatriota Andrés Neuman es indispensable… Es en una iglesia, reconvertida en un edificio cívico, destinado a la realización de actos culturales. Mi madre hacía solo unos días que había muerto…Y de eso estuve hablando con Neuman, de nuestras madres muertas.

 

Con Ramón Alcaraz y Javier Soler (Papelino), el propietario de la mejor librería de Linares, el día que llevamos allí los primeros ejemplares de mi primer libro: Caminos que conducen a esto.

 

Caminos que conducen a esto, una y otra vez aparece ese primer título, la piedra basal, aquella sobre la cual se construye una identidad literaria, no tan diferente a la real.

Tan lejos de todo y tan cerca, paradójicamente, en algún lugar de la sierra, donde el río se ensancha.


De: Sandra Patricia Rey <sprey62>
Enviado: jueves, 2 de marzo de 2017 3:49
Para: Andrés Ortiz Tafur
Asunto: Conmovida y agradecida

Querido Andrés:

En las charlas/entrevista al uso nuestro, la emoción siempre termina  escapándose, como la liebre; y a mí me conmueve que sea así.

¿Cómo se llamaba esa madre hermosa?

¿Cuándo murió?

A la mía, que le debo lo que soy y lo que no soy también, la extraño cada día y es ella, quien más me animaba siempre, la que aún me guía. Puedo asegurarte que me dejó de herencia, mucho más que las pecas en mi espalda.

Revisé los dos documentos y los contrasté, no es que faltaran preguntas, es que de la carta del inicio que siempre lleva algunas, te han quedado preguntas que no has respondido.

Cuando decidiste cambiar tu trabajo en Linares por irte a vivir cerca del Madera, ¿tomaste la decisión solo? ¿Qué esperás después de Tipos duros, o qué soñás, en realidad?

Bajé las fotos del enlace a tu face, las que señalaste, la de Neuman una pena porque se lo ve muy lejos. Querés contarme de ese encuentro en San Lorenzo, ¿por qué fue él?

¿Fue tu madre a alguna presentación? Decime Andrés si puedo editar alguna foto con ella, cada una de ellas es más preciosa. Luego están tus hermanos, ¿querrán salir en el reportaje, en la foto que te mandé o alguna que elijas?

Por cierto necesito un par de opciones para la portada, y vos debés estar en el centro de la fotografía. Dame opciones.

Sigo en el armado.

Un abrazo, Sandra


de: Andrés Ortiz Tafur <andres>

para: Sandra Patricia Rey <sprey62 >

fecha:     2 de marzo de 2017, 15:51

asunto: Re: Conmovida y agradecida

Hola, Sandra:

Mi madre se llamada Dolores, Doloretes; ahora va a hacer un año que murió, el 8 de marzo. Y sí, solo se ha perdido la presentación de “Tipos duros”; a las otras dos acudió la mar de orgullosa.

Y la idea de dejar eso y marcharme a vivir a la sierra surgió en cuanto paladeé la calidad de los días sueltos que podía pasar por allí, fines de semana, etc… Estaba cansado, con la pila gastada, como le repetía a Eva, y no me lo pensé: di el salto.

No tengo muy claro que vendrá tras “Tipos duros”. No lo sé… No estoy escribiendo pensando en qué. De hecho, estoy escribiendo muy poco. Y, como te comentaba, más poesía que otra cosa.

El encuentro con Andrés fue durante el II Festival de la Palabra que organiza la fundación Huerta de San Antonio, en Úbeda. Charlamos sobre su obra. Fue un lujo, como podrás imaginar.

Usa las fotos que quieras, Sandra, sin problema, y claro que puedes poner la de mi madre con mis hermanos. Esa, además, es muy especial porque fue en la presentación del primer libro. Yo trataré de buscarte alguna más esta noche o mañana.

La mar de agradecido, querida Sandra.

Un fuerte abrazo.

Andrés.


“Un elefante viejo se hace el distraído, se queda atrás y resuelve cambiar de rumbo, separarse del resto de la manada; y llega a un cementerio mágico, en donde sólo hay esqueletos de otros elefantes y un río de aguas cristalinas, montañas, árboles y cielo. Eres un elefante, que tras muchas incursiones ha encontrado su sitio. Así te presentas, sin que nadie te pregunte; porque no existe nadie, sólo casas en ruinas, esqueletos, la huella silenciosa de gente que, en algún momento, permaneció viva aquí, en este lugar, en tu cementerio.”

Como la mujer barbuda, protagonista de ese primer cuento de Caminos que conducen a esto, él se resistió a permanecer callado, a perder la costumbre de comunicarse.

Releo: “Y empiezas a hablar contigo. Pronto asumes tu problema, el motivo de tu huida. No eres idiota. Nunca lo has sido. Tienes barba. No eres atractiva. El mundo no te percibe atractiva. Y es al mundo a quien le compete dilucidar ese tipo de cosas. Y, ante eso, no has encontrado mejor salida que marcharte a un sitio que forma parte del mundo, pero en el que no hay nadie, salvo tú.”

La mar de agradecida, así me siento yo. Pienso en los sitios que forman parte del mundo, en los que no hay nadie más que uno y donde se consigue una discreta distancia de los que se rifan por el éxito, por un halago, por una reseña, por un convite. Donde poder soñar de verdad. Soñar por ejemplo con un camión, uno de esos enormes, cromados, y enormes, para circular por una carretera que bordee el mar.

Yo para ser feliz quiero un camión… Y que lo conduzca ella”, dijo Andrés, nuestro entrevistado, sonriente a su lado, tan bella.

Pienso en un sitio, con un río, montañas, árboles y cielo; donde poder soñar y no dejar de hacerlo, mientras no se deja de escribir ni de creer en esa escritura. A esta altura, hay que creer, vaya que sí; a ensayo y error, es como se aprende siempre. Y sí, claro que yo creo que el niño en Linares, el más pequeño, era muy revoltoso… pero, ¿malo?, eso sí no me lo creo.

Cómo iba a ser malo de niño, el hombre que no pierde una décima de segundo en observarse a sí mismo, con tal de centrarse en ella, en sus ganas de vivir y sentir. El mismo que posteaba fotos y al pie de ellas ponía cosas como esta: «Está muy guapa… feliz; y me da felicidad, lo que completa un círculo.«

“Al despertar, por un instante, me ha parecido que mi madre estaba intentando enseñarme a disfrutar de los errores”, escribió el otro Andrés (Neuman), que no es este Andrés,  el que vive en un lugar tan inmenso como el de su habitación de niño; ya se dará cuenta de eso.

 

 

Sandra Patricia Rey
Sandra Patricia Rey
Autora del libro de cuentos Matrioshkas; Pegaso, un libro infantil ilustrado; y de los poemarios No hay más vuelos reales (Editorial En Danza) y Altar doméstico (La Ballesta Magnífica)

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Pin It on Pinterest