Una obra en construcción

Presentación: palabras no, antología personal, de Laura Yasan
5 septiembre 2016

Una obra en construcción

No estaba en mis planes subirme a un escenario una o dos veces por semana, como si fuese un actor o una cantante gorda de ópera. Tampoco estaba en mis planes cenar todos los jueves (en un camarín gigante) con mi madre, mi hermana, mi cuñado y otros diez integrantes de mi familia. Todos juntos y apelotonados y cagándonos de risa. Como si en vez de parientes fuésemos amigos que se juntan a jugar al póker.”

Lo dice Hernán Casciari (sí, el de Orsai, el blog), y lo dice muy bien, tanto como para que desde Mégara, se nos ocurriera recomendar que no se pierdan “Una obra en construcción”.

Es curioso y no es casual que cuando estaba con una editorial que tiene que ver con la literatura y el cine, me acuerdo de esta otra obra y se me ocurre recomendarla, porque caminando por Belgrano, vi que el 30 de septiembre va a estar en el Auditorio y no se van a arrepentir si van. Así es en Mégara, como en un laberinto, vos entrás por un lado y no sabés por dónde vas a terminar ni con qué te vas a encontrar.

Por qué me acordé de Casciari (sí, el de Messi es un perro, el que después del blog, sin nada de publicidad también creó la mítica revista del mismo nombre, cuyo número uno se me ocurrió pedir a España cuando tenías que llenar ochocientos mil formularios), habrá que ver si se devela mientras sigo escribiendo. Hay que aprovechar sentir las manos frías, que van más rápido por el teclado, mientras sentís que estás inspirada. La inspiración, escapar de la mediocridad, salir de la media, ser original, lograr darle una vuelta de tuerca a todo lo que se escribió, se filmó, se actuó. ¿Y si hubo un tiempo en el que todo fue mejor?.

20160623_224106Es como en la película de Woody Allen, esa con Owen Wilson de protagonista, que es un guionista exitoso en Holllywood, con una novela que no puede terminar, una novia insustancial con la que va a casarse, y unos suegros insoportables, con los que termina en París, y se mofan de él, que sale a perderse por los lugares donde estuvieron sus  héroes literarios.

Ahora, por qué me acordé de Casciari (sí, el que se fue a España, se refundó en esa Barcelona que hoy tiene a mi hijo y terminó creando su propia editorial), se me ocurre que por ésto de los sueños y los deseos y la lucidez para tratar de definirlos y el coraje para ir por ellos y realizarlos.

Y resulta que por ese mismo camino va en definitiva el personaje de Owen Wilson, que cada noche se convierte en un viajero del tiempo, al aparecer un automóvil por las calles de París, cuyos tripulantes lo invitan a subir, para terminar interactuando con sus admirados Francis Scott Fitzgerald (el de El gran Gatsby, ¿el gran qué?, bueno, el autor del cuento  El curioso caso de Benjamin Button, en el que se basó la película de Brad Pitt) y Ernest Hemingway (el de El viejo y el mar, pero también el de París era una fiesta),  asistir a una fiesta en honor de Cocteau y escuchar en vivo a Cole Porter, además de ver pintar a un joven Picasso, y conseguir que la editora Gertrude Stein lea su libro y le dé consejos:

– ¿Te podría pedir el favor más grande del mundo?

– ¿Qué cosa?

– ¿La leerías?

– ¿Tu novela?

– Sí, tiene 400 páginas. Y sólo busco una opinión.

– Mi opinión es que la odio.

– Pero no la has leído.

– Si es mala, la odiaría porque odio la mala escritura. Si es buena me daría envidia y la odiaré más, créeme, no quieres la opinión de otro escritor.

20160623_225332Pero, insisto, cómo llegué a Casciari (sí, el que decidió volver a Buenos Aires, el mismo que terminó en un video de youtube, donde el creador de airbnb, el sistema de rentas de casas particulares para vacacionar cuenta de cómo un anfitrión te puede salvar la vida, como le pasó a él, cuando se infartó del otro lado del charco). Seguramente porque Una obra en construcción es una forma de darle la vuelta a su infancia y adolescencia en Mercedes, esa época en la que arruinaba sin querer los momentos importantes de su vida. Convertir entonces aquélla etapa de alguna manera, en una belle époque, lo cual sin duda consiguió a partir de recrear todas las anécdotas familiares. En la contratapa de El pibe que arruinaba las fotos dice “El clima de Mercedes, el agobio de la situación familiar y la necesidad de escapar, lo impulsaron a la búsqueda de sí mismo por el camino de la escritura, el único sitio donde todavía es imposible inventarse un pasado mejor”.

Pero resulta que Casciari, lo hizo de nuevo, porque si bien un día dejó de ser columnista en El país, de España, y otro día dejó de publicar una de las mejores revistas literarias (Orsai, sí), y otro más, volvió a enfrentarse a la decisión de refundarse, está acá, y una Obra en construcción le permite encontrar otro camino, y con la misma repercusión (éxito no es una palabra que nos resulte significante), movilizar, conmover, hacer que podamos recordarnos a nosotros y nuestra propia historia, con cierta nostalgia bien pertrechada detrás de un humor y una ironía de los buenos.

casciari orsaiNací en la Clínica Los Andes, que ya no existe después de haberse convertido en un anexo del Hospital Francés, que tampoco existe, cerca del Cid Campeador, pero sin embargo, pasé revista a un montón de cosas de la infancia y de la primera juventud y sobre todas las cosas, comprobé que ser nostálgico no pasa de moda.

Ni hablar de cuando salís a la calle, después de haberte dado el gusto de sacar todas las fotos que quisiste, lo cual es alentado por el propio autor que está obligado a sacarse fotos con vos, y sonreírte; y apretás fuerte el libro con la dedicatoria más linda que alguien te pudiera haber regalado, la de tu amor, que te acompañó, sin importarle no tener muchas coordenadas de qué era aquello que le llevabas a ver. Un libro en el que el pibe que arruinaba las fotos, cuenta cómo fue su vida en la Barcelona que está hoy tu hijo mayor.

Un libro en el que dice que cuando obtuvo los papeles que le permitían entrar y salir de España, tampoco volvió a Buenos Aires, porque «Volver a un sitio no siempre es regresar, a veces es sentarse a tomar mate con los de siempre, donde sea. Cada vez que ellos venían a casa, yo de alguna manera cruzaba el mar.»

20160623_212227En otra editorial les cuento de Medianoche en París, que estaba escribiendo, ¿se acuerdan que les conté?, a partir de una duda, la que tiene que ver con desentrañar si existe un cine culto o de intelectuales, como escuchás que pasa con la literatura. Ahí está, esa es la relación, pero créanme que todo se trata de lo que te genera un objeto estético, una obra de cualquier rama del arte. Se los digo de verdad, no se pierdan, si pueden y tienen ganas, Una obra en construcción.   (para adquirir entradas)

Hernán Casciari, el de Orsai, vuelve a tejer historias una y otra vez, en el libro que me dedicaron, la última tiene que ver: “Con la magia fortuita de la que me he puesto a hablar cuando empecé a ordenar estas páginas. De lo único que he hablado en este largo monólogo. De los milagros”.

Sandra Patricia Rey
Sandra Patricia Rey
Autora del libro de cuentos Matrioshkas; Pegaso, un libro infantil ilustrado; y de los poemarios No hay más vuelos reales (Editorial En Danza) y Altar doméstico (La Ballesta Magnífica)

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