Todo lo que ya no íbamos a necesitar

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Todo lo que ya no íbamos a necesitar

Me estaba yendo de Barcelona, y volví a leer Todo lo que ya no íbamos a necesitar, el cuento que le da nombre al libro que publicó en Editorial Base, Maite Núñez. Ella que es nacida allí, además de haber cursado la licenciatura de Documentación y el doctorado en Periodismo, en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC); es graduada en Historia Moderna y Contemporánea, y escritora, claro.

Eduardo Sacheri es argentino y colega suyo. Licenciado en historia y profesor, también se dedica a contar historias, y quizás por todo eso, lo recordé.

“La felicidad de unos es indiferencia o sufrimiento para otros. Así es la vida, es así de cruel.”

Eso es exactamente lo que sucede en el relato insignia y en los demás que conforman el nuevo libro de la rubinense. En sus historias, Maite Núñez exhibe que la felicidad no es una fórmula matemática; más bien, todo lo contrario, pero además, en sus relatos, no se necesita un final feliz, para que la lectura lo sea.

Si para Sacheri, la felicidad es un tema provisorio, y no es un objetivo que está en alguna parte, porque como bien dice “…los benditos por Dios son los que encuentran pedacitos de felicidad en el momento que están pasando por un lado y antes de seguir adelante inevitablemente”; los personajes de Todo lo que ya no íbamos a necesitar, van al frente y buscan, definitivamente, ser iluminados de esa manera.

Fue la curiosidad que nos anima en Mégara, la que me hizo comprar a través de Amazon, su opera prima, Cosas que decidir mientras se hace la cena, recuerdo haberme sorprendido porque el libro abriera con ese cuento, pero le encontré sentido al leerlo una y otra vez.

“En ocasiones, Emma Menner sueña que cae al vacío. No es un sueño original, figura en todos los manuales de interpretación de los sueños, y en el caso de Emma no suele presentar variantes remarcables: Emma camina por algún sitio indeterminado cuando, de repente, deja de haber tierra bajo sus pies y cae sin remedio. Los tobillos se le tornan frágiles, como si los tuviera de cristal y corrieran el riesgo de romperse al llegar de nuevo al suelo. No obstante, no encuentra obstáculos en su caída, y eso –que, según los manuales, es bueno –deja a Emma siempre que lo sueña muchísimo más tranquila.”

Pero a esta altura, no hay vacío debajo de Maite Núñez, no hay riesgo de caída, hay tierra suficiente bajo sus pies, para que ella se afirme en un terreno en el que se mueve con soltura. Ella, que sabe de obstáculos y de miedos, los ha sorteado, de tal forma y con tanto valor, que sabe dotar a sus criaturas de una personalidad y presencia únicas.

“Lo cierto es que mientras un escritor está poblado de imágenes y palabras las necesita llevar adelante con mayor o menor éxito”. Así dice Sacheri, y así parece estar ella, poblada de imágenes y palabras, que lleva adelante maravillosamente, y le permiten crear un mundo a su medida.

«San Cayetano, claro está, es un lugar imaginario, que en el libro anterior me servía para dar cierta coherencia a los relatos…En este nuevo libro, San Cayetano ha crecido…y me sirve para crear un universo particular…»

Así nos dijo ella y si algo creemos nosotros, en Mégara, es que los cuentos de Todo lo que ya no íbamos a necesitar, tienen coherencia. Pero además –ya lo hemos dicho en algún posteo- tienen una belleza desolada, que habla de un trabajo de orfebre. O de minero, en palabras de la autora: “Hago mía la máxima de José Luis Sampedro, que decía que un escritor es minero de sí mismo. Para escribir bajo a mi propia mina para buscar. No sé si podría escribir de lo que no conozco.»

Quizás las historias nos tocan de cerca porque ella escribe de lo que conoce y eso dota a su escritura de una tremenda humanidad. No hay impostura ni efectismo.

En el ámbito doméstico suceden, a mi entender, las batallas más importantes. Los objetos o las acciones cotidianas, en mis relatos, creo que catalizan los pequeños dramas domésticos por los que pasamos a diario.”

Barcelona nos recibió de una manera que no sabemos cómo agradecer, no solo nos volvimos con un sello precioso, además nos reunimos con libros como este,  y autoras como Maite Núñez, que nos brindaron su generosidad y tiempo.

Una forma de agradecer la lectura que anima y conmueve, es reseñarla, así hacemos nosotros, mientras la pensamos, disfrutando de la promoción del libro, hoy en Alibri Llibreria, en Barcelona, allí en la calle Balmes, que caminé unos pocos días atrás, casi a diario, de arriba hacia abajo, de casa de mi hijo al centro de la ciudad, disfrutando de ambos.

Leí Todo lo que ya no íbamos a necesitar, una y otra vez, como escribí más arriba, y una de esas veces fue hace un momento, en voz alta, para compartir. Entonces, lloré.

Hay en los relatos de Maite Núñez, madres e hijos y ausencias de madres e hijos, hay parejas, amores, encuentros y desencuentros; pérdidas y duelos, abandono, manipulación, enfermedad y muerte, además de miedos.

Todo lo que se necesita de un libro, está. Lo aseguro y no es casualidad, basta con detenernos en su concepción del género. “A mí me interesa sobre todo el relato que cuenta algo que no está en lo explicado, aquel en el que pese más lo que no se dice que lo que se cuenta.  Para  mí, un buen relato es también aquel que tiene un final consecuente, no de traca. En mi concepción del cuento, un relato es un fragmento de vida y, en este sentido, no tiene final, ni abierto ni cerrado, no acaba nunca, sino que está siempre sucediendo.”

De eso se trata la narrativa de Maite Núñez, todo está sucediendo y nosotros sentimos que acompañamos cada acontecimiento.

En Mi madre me enseñaba inglés con canciones de Queen, una madre incapaz de sostener a sus hijos, es amada por ellos, más allá del abandono y de las apariencias. A veces el amor es inexplicable, igual que la muerte de un hijo. El libro abre con un par de citas y una es de La hora violeta, de Sergio Del Molino. “La antipatía del aire sonaba a duelo”, dice el autor en esa obra tan enorme y lacerante. Maite Núñez consigue en Todo lo que ya no íbamos a necesitar, con la historia corriendo debajo de la historia, como la cara y cruz de una misma moneda; describir la pena.

Claro que hay todo tipo de penas. En La octava plaga, la que produce la enfermedad y la mirada de los otros; la del egoísmo de los hijos y el fracaso en Ya te llamaré. Pero hay mucho más acerca de los vínculos. Pérdidas y beneficios, habla de relaciones prohibidas; Es por tu bien, de la vejez y el egoísmo. Y hay más personajes e historias, los niños de Alguien que cuide ti y No tengas miedo, la mujer sojuzgada por su madre en Buonasera, Signora Campbell. Y de cierre, los dolientes Hijo mío. Niño mío y Parábola en el aire, que hablan de la ausencia y de las pérdidas y de las decisiones que se toman a diario, en el cotidiano, frente a ellas.

Escribiendo me deshago de las historias más dolorosas, me ahorra visitas al psicólogo. Si escribo lo que no entiendo, tal vez le acabo encontrando una explicación.”

Leyendo se entra en cada una de esas historias, y no se sale igual de ellas.

Todo lo que ya no íbamos a necesitar, en términos de lectura, es celebratorio; mi yo lector está agradecido por eso, y si hay algo que me gusta es poder hacer honor a un buen libro.

A partir de la lectura, algo me quedó mucho más claro. Los buenos libros son todo lo que necesitamos para ser felices de verdad.



Ediciones

Mi ejemplar corresponde a la primera edición, de marzo de 2017, sí, del mes pasado, de la colección de Narrativa  Hispánica, de la editorial Base.

 
Sandra Patricia Rey
Sandra Patricia Rey
Autora del libro de cuentos Matrioshkas; Pegaso, un libro infantil ilustrado; y de los poemarios No hay más vuelos reales (Editorial En Danza) y Altar doméstico (La Ballesta Magnífica)

2 Comments

  1. Maite Núñez dice:

    No te di las gracias por aquí, Sandra Patricia. Un gran abrazo.

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