Ocho centímetros

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Ocho centímetros

“-El pastor y la iglesia entera oraron para que fuese sanada en el Nombre de Jesús de Nazareth y, mientras rezaban, la pierna de la niña, esa pierna que era ocho centímetros más corta que la otra, fue creciendo ante los ojos de todos”, dice Yen, líder del movimiento evangélico gitano, pastor y uno de los personajes del primer cuento que da título al libro de Nuria Barrios, Ocho centímetros.

“-¡Dios hizo el milagro, porque Dios puede lo que los hombres más sabios no pueden! –continuó Yen…”.

Sin embargo, yo diría que el milagro a veces lo obran ciertos autores, como Barrios, que consigue una obra de  gran belleza, aunque verse sobre el dolor.

Nuria Barrios es doctora en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y tiene un máster en periodismo, pero también una larga carrera literaria, de casi una veintena de años, si consideramos la inclusión de sus relatos en diversas antologías, como aquéllas primeras de Páginas Amarillas de la editorial Lengua de Trapo de 1997 o Vidas de Mujer, de Alianza Editorial de 1998, entre otras; antes de su primera novela Amores Patológicos, publicada originalmente por Ediciones B en 1998 y luego reeditada por Punto de lectura en 2002. Y es ella misma la que explicó que no se dedicó a informar, porque lo frustrante de la noticia, es no poder continuar la historia. Por eso encontró en la escritura de ficción, para suerte de sus lectores, una forma fantástica de seguir las historias.

Hacer un buen cuento, explicó la autora en alguna oportunidad, requiere “la capacidad de tomar distancia para poder manejar los hilos de lo que cuentas. Y prestar mucha atención a los personajes y a los diálogos, para que den fuerza y sentido a lo que cuentas. A los lugares también, para que se integren a los relatos como un personaje más.”

Ella lo dice y lo hace, maneja los hilos de lo que cuenta de una manera precisa y describe a sus personajes y los lugares donde transitan, con mucho detalle, de una manera tan realista que podemos situarnos allí, como si hubiéramos vivido o transitado esas mismas situaciones y espacios.

Pero consigue algo más poderoso, aún haciéndonos descender al infierno, no podemos dejar de leer. Nos incomoda, nos alarma, nos causa rechazo o pena, pero no podemos dejar de leer. Ese es su mérito.

Barrios además de ser escritora y periodista, ha trabajado como Asesora Literaria para la editorial Salamandra y colabora habitualmente con el suplemento literario de El País, pero además es traductora.

Desde hace un lustro se ocupa de la obra del novelista irlandés, John Banville (nota de M: Premio Booker y también Príncipe de Asturias de las Letras), primero tradujo su obra como Benjamin Black, el heterónimo de Banville en novela negra, y luego al autor; tarea que a su criterio requiere mucha dedicación y es muy intensa.

Es un autor que se me ha convertido en un compañero de vida. Un compañero, además, que escribe muchísimo. Pero es una compañía muy agradable y me gusta meterme en su mundo”, dice Barrios de Banville/Black.

Once son las historias que nos cuenta la autora, tomando la distancia necesaria para llevarnos con ella en su seguimiento, dando vida de una manera realista y descarnada a los personajes, y describiendo lugares que podemos reconocer con facilidad, como un hospital, la Terminal 4 del Aeropuerto, el salón de un psiquiátrico, o el hogar de una familia acomodada sumergida en la miseria y la degradación que trae la joven hija/nieta/sobrina perdida por la droga.

“Me interesaba mucho que todo sucediera muy cerca de mí y del lector. Así que sí, hubo una parte de investigación para situar a cada una de las historias y lo que les ocurre a todos los personajes”, puntualizó la propia escritora, quien  Barrios.

Como para conseguir no darnos tregua y enfrentarnos al dolor que está alrededor, del que no estamos exentos, ni podemos librarnos por el solo hecho de no mirar, los primeros cinco relatos de Ocho centímetros, giran alrededor de la degradación del ser humano a partir de la droga, y lo irreversible de las enfermedades incurables que llevan a la muerte. El impacto en los vínculos familiares, las creencias y los recursos para conjurar el horror; llevando a los personajes de un relato a otro, situándonos en distintos momentos de ese infierno y desde la visión de sus protagonistas. Mostrándonos dos mundos también en cuanto a las creencias, gitanos  y payos. No hay metamensajes, ni un discurso moralista o moralizante, redentor o escandalizado, en la escritura de Ocho centímetros, una obra sumamente visual; la de la realidad, descarnada y brutal, que, muchas veces, no puede modificarse.

El gran mérito de Barrios, volviendo al principio de nuestra reseña, es que consigue sumergirnos en el dolor, pero convertido en arte. Narrar como ella lo hace, es arte.

El relato del cierre es conmovedor, como un broche de oro o la frutilla del postre, sin que nos importe el recurso del lugar común. Porque también sería un lugar común decir que consigue que uno llore, sin resistirse. La historia dentro de la historia, la pérdida de un hijo, lo innombrable.

En El limbo, hay un personaje que es monitor de la biblioteca pública de la ciudad y recientemente sufrió la muerte de su hijo, al nacer; que lleva una propuesta de lectura a un psiquiátrico,  para un grupo variopinto de pacientes, cada semana. La imposibilidad de elegir un final para las historias -tal era la propuesta de lectura-, lleva a concluir al propio protagonista que es completamente incomprensible que uno pueda elegir el que más le guste.

Ojalá pudiéramos cambiar a veces el final de algunas historias.

No me gusta muchas veces que la lectura me haga ver la realidad, o elijo evitar el dolor como tema, también en la lectura. Sin embargo no dudo en recomendar Ocho centímetros, y al hacerlo, recuerdo al compañero en que se convirtió Banville/Black, para Barrios.

 “La mejor crítica que he recibido fue una vez paseando por la calle. Se me acercó un hombre en su bicicleta, yo pensé que me iba a asaltar, y me gritó: «¡De puta madre!». Llevaba El libro de las pruebas. Lo cierto es que no leo las críticas, no me interesa. Yo hago mi trabajo. Y mi trabajo consiste en algo denso y exigente, como la poesía”, dijo  John Banville.

Es también Banville/Black quien dice: Una obra de arte es un objeto extraordinario, porque hay muy pocas cosas en el mundo de las que se puedan decir que es lo mejor que una persona puede producir, que ha llegado mucho más allá de sus límites, que ha dejado de lado a sus amigos, a su familia y hasta a él mismo para poder llegar a concebir una cosa tan extraordinaria. Pero ninguna obra de arte va a cambiar el mundo, ni va a derrocar a un Gobierno, o poner uno nuevo, ni va a salvar una vida. El arte no está para eso. El arte está para no olvidarnos de que estamos vivos, que estamos inmersos en esta aventura extraordinaria”.

Ocho centímetros no va a cambiar el mundo, ni va a derrocar un Gobierno, o poner uno nuevo (ni en España ni en Argentina), ni va a salvar una vida.

Ocho centímetros no permite que olvidemos que estamos vivos, y valorar estar inmersos en esta aventura extraordinaria.

¡De puta madre!, así es Ocho centímetros, de Nuria Barrios.


Ediciones

Mi ejemplar es uno de la 1ra. Edición, de marzo de 2015, de la Editorial Páginas de Espuma. Sí, sí, impreso en España y olé.

La autora eligió para después del índice, una frase: “El dolor no tiene voz, pero cuando encuentra una, comienza a contar una historia”, de Elaine Scarry.

El dolor encontró en las historias de Ocho centímetros  y en Nuria Barrios,  su voz.

Sandra Patricia Rey
Sandra Patricia Rey
Autora del libro de cuentos Matrioshkas; Pegaso, un libro infantil ilustrado; y de los poemarios No hay más vuelos reales (Editorial En Danza) y Altar doméstico (La Ballesta Magnífica)

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