Los herederos de la tierra se lee como si fueran capítulos de La catedral del mar. No se aprecian los diez años que pasaron entre ambos libros. Ildefonso Falcones mantiene el mismo tono con el cual escribió el primer libro. Los buenos muy buenos y los malos muy malos, siguen recreando una historia llena de pasión, amor, traición y violencia.
La historia nos encuentra en el punto donde nos dejó el libro anterior, con un Arnau Estanyol maduro, con un hijo adolescente. Con el cambio de monarca que acontece, retornan al poder los Puig. Lo primero que harán será vengarse de Arnau. La historia de Los herederos de la tierra se centra la vida de Hugo Llor, un chiquillo protegido por Arnau que queda desamparado tras su muerte. A través de las páginas de la obra, vamos acompañando a Hugo a medida que se abre camino a través de una convulsionada Barcelona, tanto económica como políticamente. Seremos testigos de sus amores, sus venturas y desventuras, así como las idas y vueltas que dará en su afán de vengarse de los Puig.
Paralelamente nos enteramos de la vida de Bernat Estanyol, hijo de Arnau, el cual se ve forzado a huir de Barcelona ante un intento fallido de asesinar a Puig. A partir de ese momento, la vida de Hugo oscila entre su lealtad a Bernat y la necesidad de sobrevivir en una ciudad injusta con los pobres.
Igual que en La catedral del mar la reconstrucción de época es muy lograda: el lector no deberá hacer fuerza para sentir que el ambiente es verídico. Es cierto que Hugo no alcanza nunca el carisma que sí posee Arnau y que quizás le hubiesen ido bien unas 200 páginas menos al libro, pero de todas formas Los herederos de la tierra es una buena continuación largamente esperada.