Lo que bulle

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Lo que bulle

Graciela Montes dice que las palabras ocupan todos los espacios y tienen diversas funciones en este mundo nombrado del que formamos parte. Solo algunas de ellas están instaladas en los márgenes, en lo que ella llama la frontera indómita. Un poema, como un cuento, una canción o una novela son construcciones propias de los bordes. Liberados de los condicionamientos  de las funciones, se instalan en ese círculo mágico donde se construye el espacio poético.

«Se fueron cayendo
los ídolos del altar
me siento liberada
pero no tengo
a quién rezarle.»
Así dice la lobense Soledad Manin con su voz, como en cada verso de Lo que bulle.
Si etimológicamente bullir es un verbo intransitivo, basta con recordar que como tal, no admite objeto o complemento directo; o más bien, se construye sin él.
Es que en una de sus acepciones bullir significa moverse mucho, ocuparse en muchas cosas.
Ella que es traductora pública de inglés sabe bien y construye con sus versos a partir de esa palabra. BULLIR que en la traducción puede transformarse en BOIL o MOVE de moverse, pasar, avanzar, trasladar, y también hervir, subir a la superficie todas esas burbujas cuando el líquido está en el punto justo para que exploten, para que tomen otra forma.
La Manin, de profesión abogada, poeta por vocación, garabateó y garabateó hojas sueltas, servilletas, papeles varios y algún cuaderno, hasta encontrarle la vuelta a todo eso que bullía para que hubiese más luces que sombras. Para contrariar alguna ponencia sobre el nuevo régimen de responsabilidad del estado, con más sombras que luces.
Justo.
«Tengo la manía
de no olvidar nunca
los puntos finales.» 
Una arquitectura la del poemario que no es casual, como nada en cada espacio poético. Ella lo sabe.
Cuatro partes:
Ni súper, ni poderosa/
Una chica de pueblo/
Revolucionaria de pacotilla/
Lo que nació, lo que crece.
Soledad se atreve a algunos diminutivos, a ciertas palabras y giros porque no le interesa cubrir lo imperfecto. De puro testaruda y por seguir creyendo en utopías.
Lleno de lengüitas de colores, vuelvo a los primeros siete versos de un poema redondo:
«Siempre me toca
estar del lado
de las cosas inútiles,
esquelas,
cartas,
recetas de cocina,
diarios íntimos. […]
Trocar esa realidad, es lo que consigue.
Volver útil lo inútil, como buena poeta que descifró lo que bulle, en medio del desorden, colgando por un rato la capa de invisibilidad.

EDICIONES

 

Soledad Manin firmó y firmó ejemplares de Lo que bulle, ayudada por Sofía, en la Biblioteca Sarmiento de su ciudad natal, Lobos, donde presentó su poemario, rodeada de amor.
¿Puede haber algo más poético que volver al lugar donde nacimos para presentar la propia obra?
Nuestro ejemplar es de la primera edición de la Colección Poesía de Halley Ediciones, que se terminó de imprimir en mayo de 2019. Como todos los títulos de la colección, llevan en la portada los dibujos de los autores. Chapeau.
¿Qué tenemos para decir de Halley?, que como el cometa es muy brillante, pero por suerte para publicar orbita alrededor del Sol en períodos mucho más cortos que los 75 años que le lleva hacerlo al cuerpo celeste.
Su alma mater es Mariana Kruk,  que es una apasionada de la edición, además de ser poeta, claro, qué otra cosa podía ser alguien que cree que para difundir poesía hay que engancharse a la cola de un cometa y dar vueltas y vueltas alrededor del sol.

Sandra Patricia Rey
Sandra Patricia Rey
Autora del libro de cuentos Matrioshkas; Pegaso, un libro infantil ilustrado; y de los poemarios No hay más vuelos reales (Editorial En Danza) y Altar doméstico (La Ballesta Magnífica)

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