Ella lo había anunciado, el camino iniciado en Ocho centímetros no estaba cerrado del todo, así entonces, volvería sobre el tema del dolor, tratando de ganarle la pulseada a todas las emociones que le despertaban las historias de ese volumen de cuentos.
Si su obra anterior se cierra con la frase “Cuando lloras te quedas muy bien”, ella se dejó llevar, y siguió andando, no por casualidad, ya que la corriente producida en la dinamo es continua.
En esa misma continuidad, yo leí y releí La luz de la dinamo, una y otra vez, recité algunos de sus poemas, los sentí, los lloré, los desarmé y volví a armar como un rompecabezas. Los hice míos.
Nuria Barrios estuvo en Buenos Aires más de una vez, durante meses, anduvo conmigo en colectivo (que es y no es lo mismo que un bus), vio llegar la primavera y crecer un bosque en mi patio.
Ella sabe que mi noción de la distancia es muy particular, lo testimonié en la radio, al compartir algunos de sus poemas, y además de la lectura, hablé del milagro que consiguen ciertos autores, como ella.
Una obra de gran belleza, aunque verse sobre el dolor. Ya lo había hecho con los cuentos de Ocho centímetros, y lo consigue de nuevo, con otro género.
Lo bueno es que anticipó que escribiendo estos poemas, se dio cuenta que volvía sobre el tema del dolor y el amor, y decidió completar la trilogía, con una novela en la que está trabajando.
«El libro tiene una naturaleza circular y el título es precisamente eso, un guiño a ese ritmo circular que tiene la lectura del poemario. La luz que da la dinamo de la bicicleta es tenue, vulnerable y temblorosa y esa sensación es la que quiero que tenga el lector cuando lo lee, que se alimente por igual de luz y oscuridad», dijo ella en alguna entrevista.
También confió que cada vez que lo lee y lo canta en público se siente arropada, “a la vez fuera y dentro del tiempo”.
Así siento yo su poesía, y su persona.
Si alguna vez me atreví a ponerle voz a sus versos, para que resonaran en el nuevo bosque crecido en mi casa, no fue pensando en el efecto que podía provocar, sino para buscarme, entre tanta gente…
“entre rascacielos
alegres senderistas
en un bosque de árboles fosilizados
donde ahora se abre un claro igual que un ojo ciego.”
¿Cómo leer un poema?, ¿cómo se lee un poema?, se escucha a menudo, entre quienes dicen no entender la poesía, tachándola de críptica o inasible.
Es interesante el planteo que formula Alicia Genovese, en su libro Leer poesía. Lo leve, lo grave, lo opaco:
“El poema, en la economía verbal que le es propia, no ofrece a menudo más que unas escasas palabras, como un nudo contenido o una hebra ondulante que barre y atrae sentidos. Al releerlo incluso, con el golpe de la emoción o con la inteligencia desafiada, es posible que “el poema” siga escapándose y ofrezca sólo esa semisombra donde seguir leyendo. En un mundo de actos pragmáticos, donde todo tiene o a todo se le reclama una función, esto puede resultar extraño; pero el lector de poesía suele ser un lector detenido, atento con su intuición a esas síntesis de palabras, atento a los detalles como un miniaturista, y no se incomoda tanto por esa semisombra.” (págs. 46/47, Editorial Fondo de cultura económica argentina).
Semisombra es la de esa luz tenue, vulnerable y temblorosa de la dinamo, como dice Nuria Barrios, y el lector de su poesía no se sentirá incómodo, todo lo contrario. Cada destello conseguirá iluminar la lectura, y conmoverlo.
Cuando en Mégara reseñamos, solemos leer en voz alta, para avanzar y corregir, al escucharnos. A veces sucede que “alguien” siente esa lectura, se la apropia y nos ilumina con una linterna poderosa que hace foco, y habla de tiempo y espacio, aportando alguna idea más que interesante.
“No en vano el inicio de la teoría de la relatividad,
fue con Einstein en un bosque en Bolonia,
al preguntarse cómo se vería el cosmos,
subido o montado a un rayo de luz”, dijo nuestro ghost reader.
Si era en Bolonia o no, no podemos jurarlo, sí que el genio sostenía que en el pensamiento científico, siempre están presentes elementos de la poesía.
“No era en Bolonia, en algún lugar de la campiña italiana”, dijo nuestro ghost y agregó: “También Heidegger, en la última etapa de su pensamiento, interpretó al ser en el mundo como un habitar poéticamente el mundo y propuso que la filosofía se aproximase a la poesía.”
Nuria Barrios va dejando hilos que la dinamo ilumina de manera tenue y temblorosa, para que todos podamos ser Ariadna y encontrar la salida del laberinto, o algunas respuestas a esto de la vida, de la muerte, del amor y del dolor…
“[…]
Inmóviles bajo los rascacielos
como niños perdidos en un bosque
callamos.”
La luz de la dinamo, que recibió el Premio de Poesía Iberoamericana Hermanos Machado, está estructurada en tres partes y cada una se abre con la poesía de Idea Vilariño, a modo de epígrafe. La primera de ellas, echa mano a unos versos de la gran poeta uruguaya: Entre un antes y un después, y la continúan Las niñas bonitas y Una gota de resina.
Es la propia Barrios que nos advierte que si bien el poemario trata sobre la infancia, el amor y la muerte, esas etapas “aparecen alteradas en su orden cronológico, porque quería reflejar la frágil barrera que separa el amor y la muerte en la infancia y la infancia y el amor que laten en la muerte»,
La elección de citas de la Vilariño es significativa, sin duda. La poeta sabía de dolor, ausencia y soledad, los que, paradójicamente, ensombrecieron su vida pero iluminaron su poesía.
Otra vez el milagro, conseguir que el dolor sea luminoso, a través del lenguaje poético.
Y de las frágiles barreras que separan las etapas de la infancia, el amor y la muerte, también nos dice bastante la poeta uruguaya, que confesó en alguna entrevista que se había enamorado del hombre equivocado, Juan Carlos Onetti. El mismo que dijo: “Cuando una mujer se siente amada totalmente, se entrega como una niña y es feliz siendo niña. Es el estado del amor.”
Diez poemas son los que trae la primera parte, donde se habla de la espera, de la tensión originada en y por ella, y cierto extrañamiento. Hay unos ciervos que ”alumbran la imagen de otro tiempo/inasible/como la felicidad”, una pareja que no se ha besado, hay baile, hay movimiento, hay preguntas que se formulan respecto de la felicidad, del pasado y el presente, de los sueños.
Hay recursos estilísticos al servicio de lo que se dice, porque decir en poesía en encontrar cómo decirlo.
“equilibrio. (Del lat. Aequilibrium) m.
Estado de un cuerpo cuando fuerzas encontradas
que obran en él
se compensan destruyéndose mutuamente.” (pág. 21)
Y sí «parece la sinopsis de una historia (latina) de amor», o de cualquier historia de amor, como la de una pareja que recorre un museo o aquella otra con sus vidas de tres horas de diferencia.
En Las niñas bonitas, aparecen los juegos y canciones de la infancia y Nuria ha utilizado el recurso de cantar en público, en alguna presentación. Ella encuentra arrullo al hacerlo y el lector al escucharla.
Pienso de nuevo en Onetti. “Nacer significa la aceptación de un pacto monstruoso y, sin embargo, estar vivo es la única verdadera maravilla posible.”
La última parte del poemario, Una gota de resina, abre con un poema titulado HOY, sobre la muerte y el tiempo y el efecto en los que quedan.
“[…] conjuramos tu futuro en nuestro presente
y en tu cuerpo inerte insuflamos vida
rescatada la flor de tu carne
entre las flores frías
mas tu muerte devora el Tiempo […]”
Hay quienes esperan la muerte en pijama, un futuro cancelado, salas de espera y todo lo que ofrecen, y otra vez vuelve de esa forma circular, a la infancia. Y sí, LA RAYUELA, “como la vida/es un juego muy antiguo […]
Y vaya si para vivir no son necesarias la concentración y cierta destreza como dice en alguno de los versos de ese penúltimo poema, antes de la nana final.
Nana. Canción melodiosa y suave que se canta a los niños pequeños para arrullarlos o para que se duerman. sinónimos: canción de cuna.
La nana que cierra La luz de la dinamo no se canta a los niños pequeños, está dirigida a los adultos, nos sirve de arrullo en el dolor, nos consuela. Nos anima a leer poesía, también.
¿Leer poesía? ¿Por qué y para qué leer poesía?
Leer poesía como un salvoconducto contra la hostilidad del mundo. Leer poesía para combatir el orden exasperante de lo impuesto. Leer poesía para tratar de encontrarle el sentido al sinsentido. Leer poesía para aprender el valor de los entre líneas. Leer poesía para encontrar mucho en poco. Leer poesía para encontrarse, antes de haber entendido que se estaba perdido. Leer poesía para escuchar lo que dice un verso, en secreto, casi al oído.
“Ser viejo y ser niño es bueno para los poetas
sus orejas pequeñitas
oyen hablar los colores de los cuadros
comprenden el lenguaje de los pájaros […]”
Leer La luz de la dinamo, rescata, salva e ilumina.