La Chascona

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La Chascona

Allende la cordillera, la despeinada o en quechua “la chascona”, hace un par de años atrás, fue la gran sorpresa. La Chascona es el nombre que Neruda dio a su casa en Santiago ubicada a los pies del cerro San Cristóbal, en la que según cuentan, trató de recuperar el entorno de su infancia, su tierra natal en el sur de Chile. Coincido con muchos, en que su singularidad radica en el hecho irrefutable de tener la apariencia de  una casa de juguete o de cuento de hadas.

Un jardín encantado, colgando sobre la ciudad.

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El nombre lo eligió el poeta, en alusión a la cabellera de quien era por entonces, su amor secreto (su gran amor), Matilde Urrutia, y al recorrerla, uno siente que es una casa con alma, esa donde vivió el Premio Nobel de Literatura hasta su muerte.

Cuentan que su obsesión por el mar lo llevó a realizar una casa con forma de barco. El arquitecto fue el español Germán Rodríguez Arias, quien ya le había construido la casa en Isla Negra, donde pidió ser sepultado. Cuentan, que al igual que en aquella ocasión, La Chascona, debió ponerse de acuerdo con el escritor sobre su diseño y conformación. El resultado fue un hall al aire libre, donde diversas escaleras conducen al living, a sus comedores (sí, más de uno), y las habitaciones.

IMG03772-20140722-1324El mismo espíritu de la poesía de Neruda, parece que anima sus casas, que prolongan y desbordan su obra. Él mismo buscó los materiales para levantarlas y la ubicación para cada objeto de los que traída de muchos países. Levantarlas no fue fácil, no sólo por sus caprichos, sino por las interrupciones de las obras a la espera del dinero necesario. Construyó Isla Negra, La Chascona y La Sebastiana – su última casa-, con el producto exclusivo de los libros.

El recorrido con la audioguía es atractivo y llegar al final, conmueve. Una serie de fotos en blanco y negro muestran a los amigos cargando el féretro entre el barro y los destrozos. En el año 1973, días después del golpe militar que derrocó al presidente Allende y que Neruda muriera en una clínica de Santiago, La Chascona fue uno de los blancos de la barbarie. Fue saqueada y la acequia por donde corría el agua fue tapada, haciendo que el riacho desbordara e inundara toda la casa. A pesar de ello, Matilde veló a su amor en la casa que compartieron y fue ella quien se encargó de ir restaurándola, para volver a vivir allí hasta su muerte. Desde entonces funciona como casa-museo destinada a difundir la vida y obra de uno de los poetas más importantes de Chile y del mundo entero, posibilitando percibir la intimidad de ese espacio privado donde él pudo dedicarse a la creación de su obra poética.

A esta altura, ¿qué más decir?, que la literatura, como cualquier expresión artística, tiene mucho de subjetivo. De allí que dentro del género al que le dedicó su vida y por lo que pude leer y aprender, puedo afirmar que la obra de Neruda, no es muy difundida en talleres o en círculos “intelectuales”, por una cuestión estética o de gusto. Lo mismo pasa con Benedetti. A mí la poesía de estos vecinos, me gustó siempre. Era la poesía que leía hace tanto y que recuerdo de memoria.

IMG_1052Hay un trabajo de Rolando Gabrielli, titulado En defensa de la poesía, donde dice: «La poesía de Neruda y el personaje son más profundos que las charlatanerías de sus oficiosos detractores, y no hay nada mejor en poesía que leer la obra, leer la obra. Neruda ocupó una época como una gigantesca tortuga en las transparentes, torrentosas y a veces lúgubres aguas de su poesía en el sur del planeta.» (En defensa de la poesía, sitio desarrollado por SISIB-Universidad de Chile).

Yo me quedo con un pasaje de su magistral discurso en la Real Academia de Estocolmo, el día en que recibió el Premio Nobel de Literatura, en 1971:

«Yo no aprendí en los libros ninguna receta para la composición de un poema y no dejaré impreso a mi vez ni siquiera un consejo, modo o estilo para que los nuevos poetas reciban de mí alguna gota de supuesta sabiduría”.

Al gran capitán, gracias por haber conmovido mi adolescencia, esa edad del primer amor y de los sueños, en la que no se atiende ni a la métrica ni a ninguna otra cuestión que no sea lo que se siente.

«Yo sigo trabajando con los materiales que tengo y que soy. Soy omnívoro de sentimientos, de seres, de libros, de acontecimientos y batallas. Me comería toda la tierra. Me bebería todo el mar.,» (de Confieso que he vivido)


Al salir de la casa, o al entrar según el camino que se elija, se encuentra la Plaza del poeta, que al cumplirse 25 años de su muerte, en 1998, la Municipalidad de Providencia, decidió construir en su homenaje.

Destacan los poemas en pilares de hormigón pigmentado, grabados en bajorrelieve, los asientos esculpidos en piedra, el piso adoquinado, una plaza dura solo en apariencia. El desnivel entre las dos callejuelas permitió hacer gradas, una especie de teatro griego, con una escalinata y una plataforma en la parte superior, con la casa de fondo, que tiene a un costado, uno de los accesos, luego de pasar por una amplia vereda peatonal.

El poema Pido silencio, distribuido en esas seis columnas que se iluminan por la noche, es una especie de epitafio que se hizo a sí mismo.

La plaza del poeta:  «Ahora, como siempre, es temprano. Vuela la luz con sus abejas. Déjenme sólo con el día. Pido permiso para nacer».


Más imágenes

En “La Chascona” se conservan entre otras colecciones, una interesante pinacoteca, con obras de pintores chilenos y extranjeros de todos los tiempos. También hay una colección de tallas africanas en madera y otra de muebles y objetos del diseñador Piero Fornasetti. Desde luego están también, los ambientes de Neruda, como su comedor, con la vajilla y cuchillería originales.

Sandra Patricia Rey
Sandra Patricia Rey
Autora del libro de cuentos Matrioshkas; Pegaso, un libro infantil ilustrado; y del poemario No hay más vuelos reales.

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