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Héctor Tizón

Héctor Tizón nació el 21 de octubre de 1929 en Yala, provincia de Jujuy. Fue diplomático en un corto período, desde 1958 a 1962. Como agregado cultural en México, se vinculó con escritores de la talla de Juan Rulfo, Ernesto Cardenal, Ezequiel Martínez Estrada, Augusto Monterroso y Tomás Segovia. Y fue en tierra azteca donde publicó su primer libro, A un costado de los rieles, en 1960. También fue cónsul en Milán, para abandonar la diplomacia en 1962 y ya de regreso en Argentina, desempeñar brevemente el cargo de ministro de Gobierno, Justicia y Educación. Casado con la filóloga Flora Guzmán, tuvo tres hijos, y vivió el exilio desde 1976 a 1982, residiendo a lo largo de su vida en México, París, Milán y Madrid.

Al retornar a su país, fue Juez de la Corte Suprema en su tierra natal, y a lo largo de su vida, a su actividad profesional como juez y escritor, le sumó el de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras, cargo otorgado por el gobierno francés.

Su obra ha sido distinguida con varios premios. Ganó el premio Casa de las Américas en 1969 por Fuego en Casabindo. Recibió en 1996 el Premio Academia y Premio Consagración Nacional, y el Prix des DeuxOceans, en Francia, en 1999, por su novela Extraño y pálido fulgor; y el Gran Premio de Honor del Fondo Nacional de las Artes en 2002. Sus libros fueron traducidos al francés, inglés, ruso, polaco y alemán.

En el año 2007 se estrenó la película El destino, del realizador cinematográfico Miguel Pereira, inspirada en El hombre que llegó a un pueblo, de Héctor Tizón. Este film obtuvo el Premio del Jurado Ecuménico del Festival Internacional de Karlovy Vary (2006).

El hombre que experimentó el desarraigo, al regresar, volvió a su Yala natal, un pueblito de 800 habitantes, donde se dedicó enteramente a su profesión de juez y a escribir. Cuentan que en la vasta biblioteca de su padre, aprendió a leer y que alguna vez, de niño, se cuestionó si iba a escribir en la lengua de los primeros libros que ganaron su asombro, los del Siglo de Oro español; o si por el contrario, lo iba a hacer con el habla de Jujuy, tachonada de aportes quechuas. Es que justo él vivía por elección en un lugar tan lejano para muchos, que le significaba tanto.

“Para mí, la frontera es, ante todo, misteriosa. Porque no es el país sino su límite y eso la emparenta con lo extranjero, con otras culturas, con otras formas de ver y de sentir. Por eso se la asocia con el intercambio pero además, la frontera es muy significativa también como imagen del borde, de la cornisa. En verdad, no creo que la Argentina se sienta distinta o se vea menos desde aquí, su norte más norte. Cuando me preguntan por qué diablos vivo acá lo primero que contesto es que ya nada es lejos de nada. La distancia hoy no se mide en kilómetros ni en millas, sino en dólares y cada vez más asequibles. Y en segundo lugar, creo que un escritor lo que necesita, básicamente, es tiempo y el tiempo en las ciudades grandes es muy caro. Aquí, en cambio, el tiempo es barato. ¿Ve? (señala hacia una plaza). Aquellas mujeres están hablando de la vida, que quiere decir hablando un poco de todo o charlando de nada, sólo por charlar. Pueden pasar meses así. No las apura nadie. Yo siento lo mismo. Me levanto temprano por la mañana y mientras el sol me llena de luz el escritorio, escribo. Si me empantano, renuncio a la computadora y sigo a mano. Soy juez, leo, converso con la gente, duermo la siesta… para mí la frontera es rica, muy rica.” (Entrevista completa)

La frontera es tan rica como su obra, me digo cada vez que lo releo y me conmueve. Lean todo lo que puedan de él. Como dice Silvia Hopenhayn: “Sus libros huelen a tierra seca. El viento pasa las páginas. La memoria es remolino. Se escuchan las voces del paisaje. Un paisaje que oscila entre ser siempre el mismo y desaparecer. El horizonte no es más que una excusa para mirar hacia adelante. Los personajes llevan el pasado a cuestas, se rozan y sacan chispas de tanto frotar sus recuerdos.”

Héctor Tizón murió en Jujuy el 30 de julio de 2012, pero vivirá para siempre, en la medida que haya nuevos lectores que lo sigan descubriendo y recomendando.
“De toda la vida que uno vive sólo aprovecha un exiguo porcentaje. Un hombre está hecho en verdad de muy pocos momentos importantes. Un puñadito de personas queridas, tal vez. Todo lo demás es ruido y anonimato. Al cabo de los años, cuando uno ya ha probado bastante, se da cuenta de que son muy pocas cosas las que lo hacen feliz. Por ejemplo, la idea de ir conformándose con lo que se ha sido y también con lo que no se pudo ser. Unos cuantos -muy pocos, los posibles, que siempre son muy pocos- amigos con los que uno tenga un lenguaje común, valores entendidos. Tener la certeza de no haber hecho deliberadamente daño a nadie”.


BIBLIOGRAFIA:

A un costado de los rieles (1960) Relatos
Fuego en Casabindo (1969) Novela
El cantar del profeta y el bandido (1972) Novela
El jactancioso y la bella (1972) Relatos
Sota de bastos, caballo de espadas (1975) Novela
El traidor venerado (1978) Relatos
La casa y el viento (concluido en España en 1982, publicado en Argentina en 1984) Novela
Recuento (1984) (antología personal) Relatos
El viaje (1988) Novela
El hombre que llegó a un pueblo (1988) Novela breve
El gallo blanco (1992) Cuentos
Luz de las crueles provincias (1995) Novela
La mujer de Strasser (1997) Novela
Tierra de frontera (1998) Ensayo
Obra completa (1998)
Extraño y pálido fulgor (1999) Novela
El viejo soldado (escrito en el exilio, publicada en 2002) Novela
La belleza del mundo (2004) Novela
No es posible callar (2004) Ensayos
Cuentos completos (2006)
El resplandor de la hoguera (2008) Memorias
Memorial de la puna (2012) Memorias


Fuentes: Ministerio de educación y deportesSchavelzon-Graham; fotografía Diario Clarín, Suplemento Ñ

Sandra Patricia Rey
Sandra Patricia Rey
Autora del libro de cuentos Matrioshkas; Pegaso, un libro infantil ilustrado; y de los poemarios No hay más vuelos reales (Editorial En Danza) y Altar doméstico (La Ballesta Magnífica)

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