El sintagma del verso de un poema del granadino Luis García Montero, inspiró el nombre de la editorial.
“El mar
que se cierra y se abre
como un libro con páginas de espuma…”
Así respondió alguna vez, él, que asistió a auténticos sortilegios con las palabras, según ha confiado en algún reportaje, al hablar del proceso de edición. Y él sabe de eso. De elegir palabras, de elegir los signos de puntuación que sean decisivos, de la supresión de algún párrafo incómodo o de un cambio de título trasnochado.
“Pulir individualmente cada pieza y encajarla en el engranaje de un libro de cuentos es una labor preciosista de relojero que realiza el cuentista, a veces acompañado por un editor que lee y propone.”
El cuento, ese género tan especial en sus propias palabras.
Páginas de espuma está en Buenos Aires, aquí hay quienes hacen que sea posible. Nos lo dijo él, con quien compartimos una taza de té y un poco de charla, en este mediodía soleado de jueves, de finales de abril, a falta de tiempo para la entrevista que haremos.
M. Contanos que viniste a hacer a Buenos Aires.
¡Me vas a entrevistar!
M. Obvio…
¿Por qué me vas a entrevistar?
M. No, no, solo para saber la actividad, para saber qué vino a hacer Páginas de espuma a la Argentina, eso nada más.
Vino la parte más fenicia, al Cono sur. Todos los años, desde hace 15 años, vengo a la feria del libro de Buenos aires, es cita ineludible. Para el editor, el editor literario y el editor que tiene ese lado más comercial; veo clientes, veo libreros, veo escritores, veo lectores. Intento acudir al cumpleaños de Ana María Shua, que es mi mamá argentina.
M. ¿Cuándo cumple Ana María?
Ella cumple, si no me equivoco, el 22 de abril, pero me pilló en Santiago, con terremoto incluído…eh, bueno, terremoto… temblor, para ellos temblor, el terremoto más fuerte fue el lunes, con 7.1
Y sobre todo, más allá de aquello que parece más pragmático, hay algo que me parece más importante para un editor, que es tomarse un té en una cafetería, es hablar con un taxista, es cruzar una calle, es oler una ciudad.
Es importante palpar el pulso de un país, y el pulso no solo se palpa en una librería o hablando con un distribuidor o con un escritor más, menos conocido.
Si realmente quieres entender cómo está un país, hay otras claves.
M. ¿Cómo viste a la Argentina, vos que la conocés?
Tengo una relación de amor y de incomprensión con Argentina. Si tuviera que venirme a vivir a América, de EEUU a Argentina, me quedaría a vivir en Argentina, pero por otro lado nunca acabo de encontrar, digamos, un modelo estable, nunca encuentro la misma Argentina, y vengo aproximadamente cada doce meses. O sea, los sellos del pasaporte dicen cuando entro, el 17, el 23, el 25, siempre son esas fechas y siempre es un poco una incógnita constante saber qué Argentina me voy a encontrar, qué conciencia argentina me voy a encontrar, qué rutina del día a día en Argentina me voy a encontrar.
A veces en Argentina uno se siente un millonario y a veces un café en Santa Fe, vale lo mismo que en París. Y entonces dices: algo aquí no funciona. Y tengo esa relación ambivalente con este país, país que además primero conocí como lector y ahora como peatón, casi de andarín. Es así, esa es la relación que tengo Y solo conozco Buenos Aires, o sea soy injusto hablando de Argentina, conozco Buenos Aires, nunca tuve tiempo… bueno, conozco el Tigre, pero nunca tuve tiempo para moverme por el interior.
M. ¿Qué buenos amigos visitaste en este viaje, de Argentina, alguno?
Libreros sobre todo, Pablo, de Arcadia que es un excelente amigo, lo quiero mucho, me parece que es un librero de raza, es un librero que entras en su librería que es como un pequeño caos ordenado y cuando te ve entrar sabe qué libro recomendarte, si eres editor te pregunta del último libro que no le llegó todavía y que está esperando…lo sabe todo.
Y luego a toda la familia Waldhutter, o sea porque esta vez solo me moví en ese ámbito, no me moví en el literario. Con un distribuidor se tiene una relación extraña. Por un lado es una relación profesional, económica, como podría ser como un escritor, también, que haces un trabajo así.
Por otro lado es como tu familia aquí, es tu espuma aquí. Empezando por Jorge, y Gabriel, los hermanos.
Te pongo una anécdota, una de las personas más queridas, Maxi, ha sido papá esta noche, ésta ha sido la gran alegría de la feria, eso ha sido realmente lo importante de este encuentro. Todos estamos con el whatsapp, “ey Maxi qué tal, cómo está tu chica, cómo está Abril, que así se va a llamar la niña. “ Esa es una relación que tengo…
¡Y vi a Sandra, de Mégara!
Cuánta generosidad, el tiempo era escaso, pero nos habló también de los egos, o del ego de los escritores, escuchen ustedes mismos.
Cómo agradecer por tanto – pienso, mientras de fondo escucho que Sabina canta- y recuerdo otros versos, del poeta zamorano Claudio Rodríguez; el Gran Claudio, como lo nombra el editor.
Espuma
Miro la espuma, su delicadeza
que es tan distinta a la de la ceniza.
Como quien mira una sonrisa, aquella
por la que da su vida y le es fatiga
y amparo, miro ahora la modesta
espuma. Es el momento bronco y bello
del uso, el roce, el acto de la entrega
creándola. El dolor encarcelado
del mar, se salva en fibra tan ligera;
bajo la quilla, frente al dique, donde
existe amor surcado, como en tierra
la flor, nace la espuma. y es en ella
donde rompe la muerte, en su madeja
donde el mar cobra ser, como en la cima
de su pasión el hombre es hombre, fuera
de otros negocios: en su leche viva.
A este pretil, brocal de la materia
que es manantial, no desembocadura,
me asomo ahora, cuando la marea
sube, y allí naufrago, allí me ahogo
muy silenciosamente, con entera
aceptación, ileso, renovado
en las espumas imperecederas.
De orilla a orilla, continuaremos andando y desandando, uniendo palabras, esas que se relacionan entre sí formando un cuento que se une a otro y otro más, formando un volumen, “una mecánica cuántica que va de lo más breve a lo más extenso, de lo individual a lo colectivo, una suerte de física cuántica que hace tan especial al género”.
¡Y vi a Juan Casamayor! Gracias por tanto.