El sentido de la ciencia ficción

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El sentido de la ciencia ficción

«La alianza ciencia-ficción tenía todo lo necesario para desagradar. Desagradó. Desagrada aún. Y hay que creer que el término estaba maldito pues se intentó en vano interpretarlo o tenderle un espejo.» Jacques Sternberg

Con esta cita comienza El sentido de la ciencia ficción, de Pablo Capanna. Hace exactamente 50 años, en 1966, se convertía en el primer ensayo escrito en castellano dedicado al género. Aún hoy en día continúa siendo uno de los estudios más lúcidos que se han hecho al respecto.

Nacido en Florencia, Italia, Pablo Capanna vino a la Argentina a la edad de 10 años,  según sus propias palabras, “sin problemas de adaptación”. Habiéndose graduado como profesor en filosofía en la Universidad de Buenos Aires, ha sido posiblemente el único intelectual en la Argentina que dedicó casi todos sus esfuerzos a la ciencia ficción. Fue columnista y colaborador en varias publicaciones, entre ellas El Péndulo, Minotauro, Axxón, todas dedicadas a la ciencia ficción. Además se desmpeñó en El Cronista, El País y Revista Ñ. Desde 1998 colabora regularmente con el diario Página/12 en el suplemento Futuro.

El ensayo recorre con gran detalle y profundidad los orígenes del género, así como sus principales temáticas y autores destacados. Sobre los últimos capítulos establece categorías filosóficas para el estudio de filiaciones y tópicos del género. Sin esconder ninguno de sus defectos, esboza una defensa de una rama de la literatura que ha sido despreciado por el mundo literario académico.

Al menos había sido despreciado hasta el momento en que fue escrito el libro. Incluso después de ser descubierto, cuenta a Página 12, el género tampoco quedó muy bien parado: «La idea que uno tenía en aquella época era que esto era algo valioso, que había que presentárselo a la gente, que los críticos se tenían que ocupar; suponíamos que eso iba a ser absorbido por la literatura, y que a esta altura un narrador iba a poder incorporar recursos de la ciencia ficción en una novela de otro tipo y que a nadie le iba llamar la atención. Pero desde que la crítica lo descubre como un fenómeno masivo, comercial, lo convierte en un género acotado y ya no valoriza nada más que eso.»

El autor entiende que esta indiferencia o estigmatización se debe más que nada al desconocimiento. Y en gran medida a la incapacidad que tiene el ser humano para lidiar con aquello que no comprende:

«En los buenos y viejos tiempos en que la Preceptiva reinaba indiscutida, con sus unidades aristotélicas y sus clasificaciones al estilo Linneo, era muy fácil ubicar una obra en el género correspondiente. Podía entonces tenerse por seguro que la imaginación de los poetas corría dentro de los carriles fijados por las normas académicas, que sólo dejaban un estrecho margen de elección entre los géneros y la convenciones explícitamente dispuestas. La obra inclasificable, aunque muy rara, era ignorada por los doctos y yacía a la espera de que el romanticismo viniera a descubrirla. Así se explica cómo los europeos, enfrentados con un nuevo continente, sólo atinaron a escribir poemas épicos como Os Lusiadas o La Araucana, encuadrados dentro de las mejores tradiciones helenísticas vigentes al respecto. Su horizonte mental les cerraba las posibilidades de ver que nuevas realidades exigían nuevas actitudes.»

Capanna pone sobre relieve constantemente el aspecto mitológico de la ciencia ficción: «puede considerarse a Platón como el verdadero fundamentador, si no fundador del género, pues es el primer pensador que logra una síntesis de mito y razón en el pensamiento griego, empleando mitos construidos ad hoc para demostrar principios establecidos por medio de la dialéctica.».

Y define la ciencia ficción no tanto como una literatura, sino como una filosofía. Cuestión que fundamenta de la siguiente manera:

«No hay interés por los problemas humanos, por lo menos en cuanto individuales. No interesan las vicisitudes de «x», «y» o «z» y sus conflictos psicológicos, sino que interesan más los conflictos que el Hombre, en cuanto especie, pueda tener. […] No importa que el ambicioso propósito de problematizar la condición humana naufrague en la mayoría de los casos en una grandilocuencia verbal y en torpes aventuras. La actitud es lo que vale: los personajes son factores dentro del mundo posible que se describe y reaccionan de la manera que se espera que hagan, de acuerdo con las leyes que rigen ese mundo. El contraste se pone de manifiesto si observamos la manera como la crítica social es llevada a cabo en los distintos géneros. Un novelista del tipo tradicional ataca las costumbres de la sociedad creando personajes que reflejan de manera patente los defectos más notables de ella, y en los cuales todos reconozcamos a alguien, pues, para que la crítica sea efectiva y la obra alcance cierta universalidad, el personaje deberá ser tomado de la realidad e individualizado de manera realista: poco importa que se lo individualice a la manera de la novela psicológica o de la objetivista, analizado con el realismo del observador científico o deformado a través de espejos temporales y espaciales, multiplicando las facetas en un esfuerzo por penetrar, por agotamiento de las aristas exteriores, en el núcleo de la psique: siempre es la vida interior de un sujeto, ya sea en el reflejo que trasmite a sus actos, ya reflejando su ambiente, el centro de que se parte. En la novela de s-f, aun cuando esté orientada a criticar la misma sociedad, el procedimiento es muy distinto; la demostración es indirecta y global. Se toman los defectos salientes de la sociedad, se los exagera hasta alcanzar sus últimas consecuencias lógicas, y una vez construido un universo absurdo en que se dan, magnificadas, las contradicciones del nuestro, se introduce una especie de sermón donde en tono de ensayo más que de novela se anuncia la tesis.»

Incluso llega a afirmar en una entrevista en la Revista Ñ que «Desde el punto de vista literario se le puede cuestionar cualquier cosa, pero desde el mitológico, la ciencia ficción configuró el imaginario de todo el siglo XX. «

Al margen de todas sus consideraciones en favor del género y del fervor con el cual se dedico a su estudio y difusión, Capanna no es muy entusiasta en cuanto a su presente: «Uno ve la curva del género, y está en descenso: la culminación fue en los años ’60, con una ciencia ficción humanista, progresista. Ahora hay tendencias bastante degenerativas, muchos temas racistas, autoritarios. Es alarmante. Antes era una herramienta para ver un futuro mejor. Ahora, La guerra de los mundos de (Steven) Spielberg es mucho más paranoica que el libro de H.G. Wells y que la película de los años ’50, hasta tiene un cierto racismo: los extraterrestres son todos malos, como los robots de la película Yo robot. Asimov tenía cierto optimismo, creía en el sueño americano. Ahora hay que destruirlo todo, lo que viene de afuera es malo, hay una especie de neomacartismo.»

El autor bien lo sabe: «Es prácticamente imposible ‘convertir’ a alguien a la ciencia ficción». Pero todo aquel que ya tuviese interés en profundizar en el género, encontrará en este libro una obra de consulta obligada.


Ediciones

El libro fue publicado originalmente en la hoy desaparecida Editorial Columbia, dentro de su colección Nuevos Esquemas. En el año 1992 el autor revisó y extendió la obra original, bajo el título de "Ciencia ficción: utopía y mercado" dicha obra fue constantemente reeditada hasta el año 2007, siempre a cargo de la Editorial Cántaro..

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