El principito

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El principito

«Un libro de cabecera no se escoge, se enamora uno de él», escribió José Luis de Villalonga.

20160904_145950-2_resizedAsí me pasó con «El principito», de Antoine de Saint-Exúpery. En la biblioteca tengo un ejemplar del año 1977, gastado, amarillo y con el lomo pegoteado de cinta scotch, no sé quién me lo regaló. Es mi original como suelo decir. Es que a mis treinta y tantos, me regalaron otro en una caja azul, con tapa entelada y letras doradas, de la edición por el 50 aniversario, con una Introducción que cobraría sentido para mí, muchos años después. Es que la edición conmemorativa está prologada por Charles E. Pierce, Jr., Director de la Pierpont Morgan Library.

Eso es lo que tienen las colecciones de la Morgan Library, joyas como ésta, que reúnen los materiales de trabajo, las notas, bocetos y borradores que preceden a la publicación.

Cómo no asombrarse con la reproducción de los dibujos originales que trae esta edición especial, del escritor y aviador francés.

El prologuista cuenta que Saint-Exupéry escribió este inoxidable en una casa alquilada cerca de Northport, Long Island, durante el verano y el otoño de 1942, y mientras yo pensaba qué sucederá en el futuro, cuando ya no haya borradores manuscritos con manchones de tinta o de café, me enteré también que para los expertos, la alternancia entre el lápiz y la pluma y el uso de dos tipos de papel, confirman que la obra fue elaborada a lo largo del tiempo.

20160904_180656-2_resizedSi gran parte del testimonio de la creación de esta Obra, sobrevivió intacta, fue porque el autor se complacía en regalar bosquejos del little prince, a los admiradores de su arte.

Pero el grueso del manuscrito se lo regaló en 1943 a una amiga neoyorquina, Silvia Hamilton Reinhardt, y cuenta una curadora de la Morgan, que está muy bien documentado que Saint-Exúpery escribió la obra en Nueva York. Tan documentado como que no llegó a ver su obra publicada en Francia. La Morgan compró el manuscrito a su amiga, en 1968. (ver nota)

El principito es un libro inolvidable y yo leí su dedicatoria a mis hijos, de ese ejemplar gastado que habita mi biblioteca.


A LEÓN WERTH

Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona grande. Tengo una seria excusa: esta persona grande es el mejor amigo que tengo en el mundo. Tengo otra excusa: esta persona grande vive en Francia, donde tiene hambre y frío. Tiene verdadera necesidad de consuelo. Si todas estas excusas no fueron suficientes, quiero dedicar este libro al niño que esta persona grande fue en otro tiempo. Todas las personas grandes han sido niños antes (Pero pocas lo recuerdan). Corrijo, pues, mi dedicatoria:

 A LEON WERTH, CUANDO ERA NIÑO


20160904_185137-2_resized¿Quién no recordará ese inefable comienzo con los dibujos?.

A lo largo de mi vida hice la prueba de mostrar los dibujos evolutivos de una serpiente boa que había tragado a un elefante. Fueron muchos más los que vieron en los dibujos, un sombrero, que los que descubrieron un reptil que había capturado a su presa y tragado entera, sin masticarla. Solo la magia de la historia contada por Saint-Exupery, puede conseguir que un dibujo semejante no cause repugnancia.

Y es él quien nos enseñó, a fuerza de insistir, que a veces las personas grandes no comprenden nada por sí mismas, por eso nada mejor que la historia del principito y el zorro, para enseñarle a los niños, que hay que conservarse así, interiormente, para poder entender a veces lo inexplicable.

El autor desistió del sueño de ser un pintor famoso, eligió una profesión seria, como es pilotear aviones, y voló por el mundo entero, que siendo tan ancho, no le permitió mejorar mucho su opinión acerca de la gente grande.

Con aquéllos que seguían viendo en su dibujo infantil, un sombrero, se ponía a su alcance, hablando de deportes, de política y de corbatas…

20160904_185157-2_resizedInolvidable y eterno niño, el de los cabellos color de oro y su bufanda al viento.

Por mi parte, confieso que aunque sé a quienes no hablarles de serpientes boas, ni de bosques vírgenes, ni de estrellas, ni de sentimientos, ni de música, ni de amor, ni de películas, ni de consideración, ni de todo y de nada en esas charlas que nunca se terminan, ni de sacrificio, ni de nostalgia, ni de generosidad, ni de sueños…de puro rebelde, no me interesa hablar de nada con esa gente, ni siquiera de lo que me haría parecer adulta y razonable.

Aquí en Mégara no nos interesa resultarle razonables a los insensibles, los acomodaticios, los egoístas, los hipócritas, los vacíos, los vanidosos, los materialistas, en suma, los que no entienden nada de nada y aún así te miran con arrogancia.

Esta reseña, pues, está dedicada especialmente, a todos los que entienden de qué hablamos, es decir, a los que aprendieron que «no se ve bien sino con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos».

Y lleva implícita, un deseo, que sepan descubrir que Mégara es nuestra rosa, única en el mundo virtual, donde preferimos subir fotos de nuestros libros, ante la posibilidad de que gente grande y seria nos hable de los derechos de autor y otras que asustan más que una boa que se tragó entero a un elefante.


Ediciones

Considerando que hay muchos adultos que no recuerdan que fueron niños, solo diré que mis ejemplares son de Emecé Editores, la Editorial francesa Gallimard fue la editora francesa y que El principito lleva cientos de ediciones desde aquel verano al otoño de 1942 en que Saint Exupéry lo creo. Larga vida, para nuestra alegría y la de tantos niños en el mundo.

Saint Exúpery murió en 1944, en un vuelo de reconocimiento, semanas antes de la liberación de París, a diferencia del pequeño príncipe de cabello rubio y desordenado, su cuerpo fue hallado varios días después, al este de algún archipiélago, al sur de Marsella y enterrado en Carqueiranne en septiembre de 1944. El escritor y aviador francés tenía 44 años, había publicado cinco novelas y solo una de carácter infantil un año antes, –El Principito (Le Petit Prince)- de la que nunca alcanzó a recibir regalías ni reconocimiento alguno.

Sandra Patricia Rey
Sandra Patricia Rey
Autora del libro de cuentos Matrioshkas; Pegaso, un libro infantil ilustrado; y del poemario No hay más vuelos reales.

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