21 DE ABRIL DE 2017 1:51
-Qué inhóspito me parece el mundo a veces
-Abrazo Juan, mi solidaridad para con todo tu pueblo.
-mil gracias.
-bello leer eso
-el domingo viajo allí.
-No puedo decirte que me pone contenta o que te admiro, te digo lo que nace; me asusta y preocupa, como si fueras un hermano, un amigo, como quien sos, vaya, alguien a quien admiro y a quien le he tomado cariño. Al mismo tiempo, comprendo y acompaño.
-querida amiga:
aquí estoy. Todo bien, dentro de lo posible, claro, tomando muchas notas mentales de todo lo que miro, escucho, vivo, porque espero que algo así nunca más vuelva a repetirse, y como me dijo hace años una tía que ya murió: cuente, cuente todo, para que no lo cuenten sólo ellos
-¿Querés escribir algo y lo publicamos en Mégara?
-ah…gran idea…me encanta. Cuando acaban aquí mis días te lo envío. Estupendo. Una crónica.
Así de simple, así de derecho y de humano, así de solidario y de emotivo, así de auténtico y espontáneo; fue lo que sucedió.
Juan Carlos Méndez Guédez escribe en Mégara:
Fotografía de Lenín Pérez Pérez
(crónicas dialogadas de un venezolano de la decadencia)
“Vete a llorar al Valle”
Antiguo dicho popular caraqueño
¿Viste lo de las imágenes?
– ¿Cuáles?
– Las de Chávez.
– Creo que no.
– Bro, aquí ahora todo se llama Chávez, y en todos lados está la cara de Chávez. Para dónde mires lo encuentras. Olvídate de Jesucristo o Bolívar, esos son actores secundarios para esta gente, ahora todo es Chávez.
– ¿Y qué pasa con sus imágenes?
– Mira la pared de la calle…allí está Chávez, cerca de la primera montaña de basura, justo al lado del mosquero y del charco de aguas negras. Porque estas calles de El Valle cada vez están más sucias, pero nos han puesto imágenes de Chávez a montones. Allí está Chávez, pero ahora lo tacharon con una equis verde.
– Me suena, me suena.
– Y mira en el jardín de infancia.
– ¿Un jardín de infancia se llama Chávez y tiene su foto?
– En toda la puerta. Allí estaba su foto. Ya no la verás…la rompieron, ahora hay un agujero en el cartel, Bro.
– Me suena, me suena.
– Todavía no las arreglan. Ya lo harán. Están ocupados echándole plomo a la gente. Pero ahora Chávez es un agujero, una silueta tachada, Bro.
2
Lo que me mata es lo del ascensor, Bro.
– ¿Qué pasa con eso?
– Hace meses pusieron un cartel en la entrada de mi edificio. Un cartel muy épico; gracias al camarada presidente obrero y a las gestiones del consejo comunal el edificio contará con un nuevo ascensor…parecía que estaban inaugurando la represa del Guri…o el puente sobre el Lago.
– Les gustan las palabras grandiosas, eso es cierto.
– Llegaron unos obreros chinos que dejaban el piso lleno de grasa y tiraban sus herramientas en la entrada…si hubiese habido un incendio nos morimos todos porque no había forma de escapar, pero si protestabas decían que eras un oligarca de la derecha imperialista.
– ¿Y por qué te mata lo del ascensor?
– Porque un día se fueron los obreros…y el ascensor sigue sin funcionar. Dicen que falta una pieza; dicen que el dinero se lo robó el consejo comunal o alguien de los colectivos; dicen que se lo robaron los chinos; dicen que se lo robaron los espías de la CIA; dicen que nunca calcularon el coste de la pieza…
– ¿Y alguien responde?
– Bro, no tienen tiempo para eso, hay que detener el golpe y a la OEA y al parlamento Europeo. Y yo vivo en un piso 18, así que cada día siento que subo el Everest. Y hay señoras que tienen semanas que no salen de su apartamento…Hay una viejita en el 19 que o baja a buscar comida o no come; a veces la ayudo y le compro, pero cuando yo no estoy ella baja sola…tarda la mañana entera, cada cinco pisos se detiene y se sienta a coger aire y a sobarse las rodillas. Luego reza. Dice que es como ir de rodillas en una procesión, que ella entonces lo hace como si le estuviese pidiendo algo a la virgen, pero que ya no sabe muy bien qué pedirle…que vuelva la comida a los negocios, que caiga el gobierno o que pongan el ascensor, pero que no sabe si las vírgenes se ocupan de eso. Luego pasa la tarde entera subiendo por las escaleras para volver a su casa.
– Carajo…
– Bueno, al menos la semana pasada quitaron el cartelito…
– ¿Cuál?
– El que decía gracias al camarada presidente obrero el edificio contará con un nuevo ascensor.
3
..aquí siempre hubo agua. Es lo normal, ¿no? siglo XX, agua en las casas, aunque sean humildes como las nuestras, Bro.
– ¿Y ahora en el XXI?
– Un rato en la mañana, un rato en la noche, casi siempre…es muy humillante y hay gente que se alegra cuando ponen el agua, como si nos hiciesen un favor, Bro.
– Jodido vivir así.
– Ahora tenemos burda de discursos en la televisión. Qué jode discursos para explicarnos que vinieron a salvarnos… pero para salvarnos nos quitaron el agua.
– ¿Y alguna explicación?
– En cualquier terreno vacío hicieron apartamentos. No planificaron ni hicieron previsiones. Llenaron cualquier terreno con edificios a los que le pusieron la cara y la firma del Comandante eterno, como si él los hubiese regalado con su plata.
– ¿Y el agua?
– Ya no alcanza. Pero no pensaron en eso, mira hacia el final de la avenida; cuando terminaron ese edificio descubrieron que no le habían puesto ascensor y que subir quince pisos era burda. Ahora dicen que le pondrán ascensor, pero ya tiene la cara del Comandante Chávez pintada en la pared.
– Y así se quedaron los vecinos sin agua…
– Pero los que estamos desde hace cuarenta años al menos no tenemos la cara de un muerto pegada en nuestras paredes. Aquí tendríamos que tener la cara de Caldera, o de CAP, o hasta de Lusinchi…pero a nadie se le ocurrió que había que ponerle caras a los edificios.
– ¿Ya te vas?
– Ya me voy, Bro…ahora sin ascensor a subir más de quince pisos, luego no conseguiré agua para bañarme, y cenaré arroz con arroz, que es lo único que queda en casa, pero cuando llegue arriba en la televisión estará el presidente diciendo que gracias a ellos vivo mejor, porque ellos vinieron para salvarme… Mi vecino chavista me llama burgués y oligarca, pero si te digo la verdad yo era más feliz cuando no me salvaba nadie; en ese tiempo al menos podía bañarme…
4
No lo mires, Bro. Déjate de vainas, sigue caminando, coño.
– ¿Quién es?
– Depende de la hora del día y del día. Ahora mismo es El Chancleta. Es un pequeño narco. Lleva y trae bolsitas. Tiene unos chamos que trabajan para él. Más tarde está en un Colectivo, así que trabaja para la Alcaldía y si hay una marcha contra el gobierno, en cinco minutos él y su gente se aparecen allí y les echan plomo parejo a los muchachos.
– Su cara no me suena.
– Es nuevo por aquí. Los que conociste los mataron, o prosperaron y se fueron. La vaina es que ahora todos prosperan, porque tienen doble chamba o hasta triple; el Chancleta también atraca si hace falta.
– ¿Disuelve marchas contra el gobierno, luego trafica y luego atraca?
– Tres en uno. Además la moto y el yerro se lo compró la Alcaldía. Tiene un carnet y todo por si un policía se confunde y lo detiene. La otra noche tuvo un día redondo. En la mañana y en la tarde vendió su lote de bolsitas; en la noche le cayó a tiros a los chamos de aquí cuando trancaron la calle, y en la madrugada él y sus otros panas del colectivo saquearon dos negocios y los dejaron limpiecitos. La policía y la Guardia los miraron sin hacer nada; se conocen; son panas…
– Y a pesar de eso la gente de por aquí se atrevió a protestar…
– Coño, los sifrinitos del Este se quejan de que nosotros protestamos menos, pero una vaina es que te lleguen los colectivos a echarte plomo alguna tarde… y otra es que sean tus vecinos, que vivas con ellos y que te tengan vigilado y te los encuentres en la escalera.
– Pues sí…
– Coño, que no mires a esa rata, chamo…está sacando el celular. Ahora mismo debe estar informando que en la Avenida todo está de pinga, que no está todo tranquilo así que no hace falta que venga la Guardia ni tampoco sus panas del Colectivo. Mejor dale, dale pa´lante, que me dicen que por el Centro Comercial por fin están vendiendo arroz.
5
de qué hablábamos?
– ¿Ah?
– Bro, ¿de qué hablábamos antes, hace años?
– No te entiendo.
– Ahora sólo hablamos de comida. De la comida que no se consigue…que si en la Intercomunal pasa a veces un chamo con una paca de arroz; que hacia Coche un señor vende canillas; que por la 8 una vieja vende maíz pilado para las arepas; que un primo de un primo de un primo de un sargento puede vendernos encaletado un kilo de café.
– Es verdad.
– A mí me parece bien que no nos digas la vaina…
– ¿Qué vaina?
– Que estamos flacos, que somos un poco de huesos ahí. Algunos vienen de fuera y sacan fotos y dicen en Internet qué flaca está mi prima, qué flaca está mi hermana, qué flaco mi tío…el recontracoñísimo de su madre. Ya estamos bien jodidos, no vengas a contarle a la gente mi vaina, no joda. No digas nunca mi nombre, chamo. Ya bastante arrechera me da en las mañanas cuando veo que la correa me queda grande.
– Yo no haría eso, pana.
– Pero nos miras y respiras hondo. Y claro, Maduro y el capitán Cabello y el General Padrino casi no caben en la pantalla de lo gordos que están. Malditos.
– ¿ Te das cuenta de que a nosotros la ropa nos queda grande que jode?
– Un poco sí. Todo el mundo, chamo.
– ¿No escuchaste a Maduro haciendo chistes con el hambre que estamos pasando? Cagado de la risa salió en la televisión, diciendo: “La dieta de Maduro te pone duro”. Qué arrecho, ¿no? Y lo que más me llena de odio es que esos desgraciados lo saben; cuando nos echan a la Guardia o ponen a los motorizados a pasear por las calles haciendo caballito o disparando al aire, saben que si no es el miedo, es el mareo de hambre el que nos deja clavados en la casa. A veces tengo ganas de salir a darles carajazos a esos malditos, pero sé que he comido tan poco que cuando deba bajar ese viaje de pisos sin ascensor y sin haberme dado un baño ni tomado un cafecito, cuando llegue abajo, me desmayo. No hace falta que me disparen ni que la Guardia me lance una lacrimógena.
– Son unas ratas, chamo.
– Así es Bro…por eso te pregunto, ¿de qué hablábamos hace años? ¿De qué hablábamos antes de que esto empezara? ¿De qué hablábamos cuando no hablábamos siempre de comida?
6
Hacia la izquierda vivía el Alcalde; hacia la avenida el otro Alcalde. Y el propio Presidente Maduro vivía dos calles más allá.
– Qué malas vibras, ¿no?…
– Y eso que la mayor parte de los que estamos aquí somos gente buena, chamo, gente decente, como dicen las viejas.
– Lo sé, chamo. Pero quizá por eso tenían tanto apoyo por aquí esos carajos.
– Al principio sí. Los diputados, los alcaldes, los jefes eran chamos de la zona. Los colaboradores de Chávez eran vecinos, eran los panas que saludabas en la ferretería o los viernes cuando había rumba o a los que le avisabas a gritos cuando venía la recluta.
– Al principio…
– Sí, porque al poco tiempo lo que pasaba es que les tuvimos miedo. La rara vez que venía alguno de ellos por acá traían un montón de pistoleros; unos bichos enyerrados, con caras de ratas.
– Y nadie decía nada, claro.
– Nada, güevón, ¿qué iban a decir? Los bichos controlaban la calle. Que ya eso ya se nos ha olvidado porque como dice la rata de Aristóbulo Istúriz, “pueden reventar el país que aquí no va a haber elecciones”, pero cuando ellos sí hacían votaciones porque las ganaban o las podían maquillar para ganarlas, recuerdo a un par de viejitas en la cola rezando su rosarito y diciendo que iban a votar contra Chávez, y entonces como cien bichos de los colectivos las rodearon con las motos, y les echaban el humo y las gritaban, y las dos viejas rezando y rezando, como si la vaina no fuera con ellas, y todos veíamos y nos quedamos callados y mirábamos al cielo, hacia los bloques, y las viejitas rezaron y rezaron, y las ratas estas les pasaban las motos cada vez más cerca.
– ¿Y qué pasó?
– Nada, los bichos se fastidiaron y se fueron un rato, a seguir amenazando gente en las colas para que votaran por Chávez. En un par de sitios parece que disolvieron las colas a tiros, porque alguna gente reviró. El caso es que los bichos se fueron de donde votábamos las abuelitas y yo. Y entonces les compré un cafecito a las dos viejitas, porque me sentía un cobarde y un desgraciado. Luego una de las viejitas votó en las máquinas esas que controla el gobierno y dijo que la máquina había dado un voto distinto a lo que ella había marcado y empezó a protestar y como quince Guardias Nacionales la rodearon y la mandaron a su casa porque si no se la iban a llevar presa.
– ¿Y qué hiciste?
– …Le compré otro café a la viejita. Menos mal que ya no hay elecciones, porque ahora no podría comprarle nada.
7
¿Ganan mucho, Bro?
– ¿Quiénes?
– La gente del gobierno…
– Ni idea, chamo…supongo que no…sueldos normales. Y en bolívares.
– Entonces será que los líderes chavistas que vivían por aquí se ganaron todos la lotería.
– ¿Por qué lo dices?
– Porque yo estudié más que todos ellos, chamo. Y aquí sigo. Y cuando me mude, no podré mudarme muy lejos. En cambio los alcaldes y el Presidente ahora viven como reyes. Ayer pasó por aquí el Alcalde…
– El que vivía en la Intercomunal.
– Ese mismo, y venía en una camionetota y estaba regalando comida para que la gente se olvidase de la protesta y del muertero que dejaron los colectivos y la Guardia. Era tratarnos igual que a perros furiosos. Agarra tu bisté y cállate…
– Muy típico de él.
– Y la vaina es que la camioneta que usaba él, y las que usaban su gente, eran camionetas burdaburda de caras. Me fijé en la vaina, aunque se tuvieron que ir corriendo porque los empezaron a insultar y a darles cacerolazos. Dejaron el pelero. Y me quedé pensando…de dónde sacó ese carajo tanta plata para vivir como vive, tener la casota gigante que tiene, tener a la hija estudiando bien chévere y cómoda en Australia con un guardaespaldas para que nadie le grite mentadas de madre si se consigue un venezolano.
– Las cuentas no dan.
– No dan, Bro…con un sueldo no alcanza, no alcanza. Igual se ganaron la lotería todos. Lástima que ya no pasen por aquí; si la gente los quiere tanto seguro que no tendrán rollo en caminar tranquilitos por la Intercomunal para que todos le podamos agradecer lo bien que vivimos gracias a ellos.
– ¿Por qué dices eso?
– Porque si me los encontrara les preguntaría qué numero jugaron en la lotería…coño parroquia, diga usted…¿el 25? ¿el 4? ¿el 98? ¿Qué número me juego?
8
Hoy estoy apurado, Bro.
– ¿Y esa vaina?
– Apareció la medicina de mi hija…si no se la doy, esta noche convulsiona.
– Coño.
– Hace un año que no se consigue en las farmacias. Pero yo rastreo en las redes y cuando alguien la vende o la ofrece…corro…justo ayer se me acabó la última cajita.
– ¿Y apareció otra?
– Alguien en Valencia me la cambia por un kilo de azúcar.
– ¿Y conseguiste azúcar?
– Pero un vecino me va a dar un kilo si le doy unas pepas para la tensión de su mamá…
– ¿Y esas pastillas?
– Las mías…la voy a dejar de tomar.
– Eso es muy peligroso.
– Sí, Bro…vivir en esta vaina es peligroso. ¿Tú sabes cuántas medicinas como las de mi hija podrían importarse con lo que cuesta una lacrimógena? Decenas…pero ya ves…hay real para muchas lacrimógenas y para las ballenas, y para las balas y los perdigones y los helicópteros de la Guardia. Pero la medicina de mi hija no va a aparecer. Si mi chama se muere eso no saldrá en ninguna televisión. Si ya ni siquiera dicen cada vez que estos desgraciados matan a un chamo en una manifestación. Así que los chavistas siguen comprando sus lacrimógenas y los gobiernos del coñoemadre mundo se las siguen vendiendo y dicen que están preocupados por la situación de Venezuela pero que debemos dialogar. Así que mandan otro lote de lacrimógenas para que nos escoñeten…y luego se angustian que jode y le dicen el reguevón del Papa que rece por nosotros.
– ¿Y tu trabajo?
– Qué trabajo ni qué coño, ahora me voy a donde este tipo y le cambio mis medicinas de la tensión por el kilo de azúcar, luego me voy a Valencia y consigo las pastillas de mi hija…y luego regreso en la noche lo más temprano posible; si calculo bien, y llego a tiempo, llego antes de que mi chama convulsione…Así que en el trabajo que se jodan. Mi jefe es chavista; tiene buenos negocios en dólares con el gobierno; ese hijo de la gran puta viaja a Aruba y compra allí las medicinas de su mamá y de su abuela. Yo no tengo real para esa vaina.
– Buena suerte, chamo.
– Gracias, pana…te juro que a veces pienso que tener buena suerte en esta vaina es que un Guardia apunte bien, que te de justo en medio de los ojos cuando esté disolviendo una marcha, que esta vaina se acabe, al menos para mí, que se acabe, que se acabe, que se acabe.
Fotografía de Lenín Pérez Pérez